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El homenaje a la gastronomía charra de Isabel Bernardo en su discurso de ingreso en el CES

Bajo el título “Y el vivo al bollo (maimón)”, la escritora realizó un formidable recorrido literario lleno de lírica culinaria

Martes, 29 de junio 2021, 23:57

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Isabel Bernardo, escritora, poeta y columnista de LA GACETA, homenajeó este martes a la gastronomía salmantina al pronunciar en el Teatro Liceo su discurso de ingreso en el Centro de Estudios Salmantinos (CES). Bajo el título “Y el vivo al bollo (maimón)”, que realiza un recorrido literario e histórico desde el Fuero de Salamanca hasta el Siglo de Oro, su alocución fue un banquete lleno de lírica y culinaria.

Arropada por amigos y familiares, como su madre Isabel Fernández Rojo y su marido Antonio Marín Pérez-Tabernero, la escritora agradeció la generosidad del periodista Santiago Juanes, por contestar su discurso de ingreso en el CES, retrasado más de un año por la pandemia de la covid. “Una y otro creemos que, más allá del significado y carácter alimentario que tienen la cocina y la mesa, estas pueden llegar a ser los más saludables espacios de amistad, cultura y encuentro”, proclamó la escritora salmantina.

Desde Torres Villarroel con su “Abre aprisa, digo, que el hambre me taladra hasta el ombligo”, Isabel Bernardo fue desgranando golosas pinceladas de sus años de investigación en las costumbres del comer: “Fuimos posada de mercaderes y arrieros que llegaron por la Vía de la Plata, la Cañada Real o la Vizana; tránsito de contrabandistas que entraron en los mesones por la frontera arribeña del Duero o los campos de Ciudad Rodrigo; la sal de Oporto llegaba sobre lomos de burros viejos cruzando la provincia, de Portugal a Extremadura, vía Las Hurdes”.

La escritora y poeta recordó que no todos han tenido la misma suerte a la hora de comer. En 1386 abrió en la calle Pan y Carbón, el Colegio menor de Oviedo, que acogía a estudiantes tan brillantes como pobres, “por lo que es fácil imaginar la parquedad de sus raciones de sustento. Tal vez fuera por eso que el rey don Juan I expidiera privilegio a los escolares para poder traer vino y alimentos sin pagar impuestos”.

Juan del Enzina, fray Antonio de Guevara con “Menosprecio de corte y alabanza de aldea”, Fernando de Rojas con “La Celestina”, “El Lazarillo”, Cervantes, Rojas Zorrilla, Vicente Espinel, Lope de Vega, Tirso, Ruiz de Alarcón, Calderón y Quevedo desfilan por el discurso de ingreso de Isabel Bernardo en el CES, que también dijo que a Miguel de Unamuno, como era muy suyo, “no le gustaba que sus novelas, como las de Galdós, olieran a cocido”.

Del siglo XIII al XV, fueron fundamentales en la alimentación salmantina la olla, el pan y el vino. Isabel Bernardo habló de ollas rancias y pobretonas a base de agua y nabos, hasta las sustanciosas y ricas en viandas ollas podridas (o poderosas); de pan negro para los menesterosos y blanco y candeal para los privilegiados; de los vinos de Cantalapiedra y Cantalpino, de un tinto muy suave rebajado con el agua del Pozo Amarillo. También del agua limpia difícil de conseguir y de la cerveza, que no tuvo éxito: “El Diccionario de Autoridades la señalaba como “bebida muy horrible y amarga” y Lope dijo que “parecía orina de un rocín con tercianas”.

Recordó la escritora salmantina al estudiante cervantino de “La tía fingida” esperando que llegara un fardo de chorizos del domicilio familiar. “Eran chorizos de color blanquecino o negro, pues hasta el siglo XVII no se utilizará el pimentón, y, lamentablemente para nuestra historia chacinera, señalados en origen como extremeños, aun procediendo muchos de ellos de Candelario”, subrayó Isabel Bernardo. También relató que las pupilas de “La cueva de Salamanca” recibían en su casa, como si fueran gente principal, “una canasta llena de empanadas, fruta, vino, capones y manjar blanco (un plato a base de gallina cocida con azúcar, harina, leche, agua de azahar y canela, que se dice que es precursor de las croquetas)”.

Citó también a “La pícara Justina”, obra atribuida a Francisco López de Úbeda, que remite a una fiesta de gran identidad gastronómica y salmantina, la del Lunes de Aguas, con el hornazo como “rosca amasada con huevos y culminación de un periodo prolongado de ayuno y abstinencia, carnal y alimentaria, al que Santiago Juanes dedicó un excelente discurso de ingreso en el Centro de Estudios Salmantinos”. Y no olvidó las colaciones de la Universidad para las ceremonias de grados: “roscones de olor, carne de membrillo, mazapanes, bizcochos, confites, aceitunas o almendrones”.

Para Santiago Juanes, el discurso de Isabel Bernardo, que el CES edita en su Serie Minor, es “un libro gourmet para el erudito, que alimentará, también, el conocimiento del curioso, al que invita a una peregrinación a los santos lugares de la cocina histórica siguiendo la guía bibliográfica. Un libro que ayuda a conocer y entender mejor ese periodo salmantino, que nace en el Azogue Viejo, el Mercado de San Martín y el Fuero, y se cierra por ahora con la miseria del Siglo de Oro”, aunque el periodista adelantó que la investigación de la escritora ha ido más allá y en breve podrá sorprender enriqueciendo de nuevo la biblioteca de asuntos culinarios salmantinos.

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