En casa son familia y en Urgencias del Hospital de Salamanca, compañeros
El servicio de Urgencias del Hospital de Salamanca tiene entre sus especialistas varios casos de vocación familiar: los doctores Miguel Ángel y Vega Riesco, que son padre e hija, junto con Ángela Sánchez y Paula Sanz, madre e hija
En lugar de jugar con muñecas, Paula llevaba siempre un fonendo colgando y le encantaba curiosear y moverse entre las camillas de la clínica en la que trabajaba su madre.
Vega ansiaba el momento en el que su padre llegaba del trabajo y le impactaba la manera en la que contaba lo que había vivido ese día, los pacientes que había tratado…
Ambas vivieron la Medicina desde muy pequeñas. Las conversaciones que en otros hogares versaban sobre bancos, restaurantes o comercios, en sus casas trataban de paradas cardiorrespiratorias, extrañas infecciones, víctimas de accidentes…
Son hijas de urgenciólogos, sintieron la 'llamada' y siguieron el mismo camino de sus padres. Padre e hija -Míchel y Vega-, madre e hija -Ángela y Paula-, hoy trabajan codo con codo en el servicio de Urgencias del Hospital de Salamanca.
La relación entre Ángela Sánchez y su hija Paula Sanz es de admiración mutua. «Me encanta trabajar con mi madre. De hecho, pido que nos pongan las guardias juntas porque ella es dinámica, me transmite tranquilidad y cuando la necesito, le hago una llamada para pedir asesoramiento y siempre me ayuda a guiarme un poco», reconoce Paula.
La joven urgencióloga tiene claro que «es una vocación dirigida desde que era bebé». Lo ves en casa y se pega. Mi familia siempre me animó a ser médico y aunque no tenía tan clara la especialidad mi madre me hizo ver que es una rama muy satisfactoria».
Ángela trató de transmitir a su hija que «las Urgencias es una especialidad que o te encanta o la odias», pero jamás intentando disuadirla: «Tengo compañeros que me preguntan cómo he podido permitir que mi hija se dedique a esto. Siento pena cuando un compañero me dice que la desanime a ser médico. Es la profesión que yo siento como más mía a pesar de las cosas malas, la circunstancias y de todo. Es una de las profesiones donde más se puede disfrutar el trabajo», defiende.
Ver a su hija Paula moverse con tanta soltura en el área de Urgencias le llena de orgullo: «A veces he recibido a pacientes que previamente había tratado mi hija cuando era residente, y sin saber nuestra relación, me dicen lo enormemente bien que les ha tratado la médico anterior. Te puedes imaginar que se te hace un nudo ahí y te toca tragar saliva de la emoción que sientes», apunta Ángela, que se rinde ante la formación con la que llegan los nuevos médicos: «Yo hice Medicina hace bastantes años y no tenía una formación tan específica como ahora. Ha cambiado brutalmente. Desde que entras en la carrera ya tienes preparación y estás enfocado para la fase de selección que es el MIR. Enfocas tu carrera a pasar el MIR y a elegir bien la especialidad que te gusta».
«En 5º y 6º haces un rotatorio serio en el que pasas por todos los servicios y compruebas si realmente te gusta Cardio, o Trauma... Antes eras médico y casi no habías dado ni puntos de sutura. Los MIR que llegan a Urgencias tienen ya un conocimiento que me encanta. Los veteranos tenemos que dedicarnos a asentarles, porque la personalidad ya la traen muy bien establecida», concluye.
Los Riesco
De los tres hijos de Míchel Riesco solo Vega siguió su camino. Decidida al 100% a ser médico, solo un gran profesional de la Pediatría le hizo dudar sobre la rama en la que debía especializarse. «Cuando hacía rotaciones durante la carrera hubo un médico en concreto que, si no fuera porque ya tenía la idea formada de hacer Urgencias, me habría convencido para ser pediatra», recuerda. «Me refiero a Javier Pellegrini, porque ese entusiasmo con el que te cuenta las cosas y la dedicación que le pone al estudiante en todo momento te va arrastrando. Es muy bueno», confiesa la doctora.
La Pediatría y la Oftalmología le hicieron dudar, pero si de entusiasmo se trata, nada podía superar al que le generaba su padre cada vez que hablaba del trabajo. «Me quedaba escuchándolo y daban ganas de hacer lo mismo», confiesa.
Aquellas historias sobre Medicina se han convertido ahora en conversaciones. Incluso en charlas a tres cuando se suma algún otro miembro de la familia. «Cuando nos juntamos Vega, mi yerno y yo, empezamos a hablar de casos, historias vividas... Afortunadamente para el resto de nuestra familia eso no pasa todos los días», bromea el doctor Riesco, que desde muy pronto intuyó que su hija también se iba a enfundar la bata blanca. «Se veía que le gustaba y que quería hacerlo. Sí siento que la vocación le llegó al verme trabajar a mí y nunca se me ocurrió quitarle la idea porque no soy de los que piensan que la Medicina se ha convertido en un mal trabajo».
Los servicios de Urgencias se saturan y cada año baten récords de asistencia, pero Riesco asegura que sigue disfrutando cuando cruza las puertas del Hospital en dirección entrada. «Me gusta este trabajo. Es verdad que ahora hay más follón de gente, pero a pesar de ese jaleo lo disfruto. Sí que sentimos que haya gente esperando, que las demoras sean largas, pero no por eso vamos a renegar de nuestra vocación. Cuando estamos con un enfermo lo damos todo y muchas veces seguimos pensando en él en casa».
Llevarse el trabajo a casa es, al mismo tiempo, una virtud y un defecto.
«Muchas veces te marchas a casa pensando en un caso y te quedas dándole vueltas... Los médicos tenemos que hacer un compartimento estanco, porque si no vives en la desgracia ajena», reconoce Vega Riesco.
La urgencióloga tiene claro que la pandemia fue lo peor que ha vivido en su carrera y espera que nada lo supere. «Fue muy dura. Por circunstancias personales mi padre no pudo trabajar y llevó mal el no poder estar ahí. Todos lo llevamos mal porque no nos queríamos llevar ningún extra a casa. Teníamos el miedo de no contagiar a nadie, había mucho desconocimiento... Fue, sin duda, lo peor de mi carrera. Veías cosas horribles porque aunque era el mismo virus, cada paciente tenía sus circunstancias y tenía su familia».
Miguel Ángel es uno de los médicos más veteranos del servicio. De hecho, por edad estaría exento de hacer guardias, aunque las sigue realizando por pasión. Esa veteranía es un grado, pero asegura que el trato con su hija Vega es «de igual a igual». «Los dos somos adjuntos y, lógicamente, el cariño que siento por ella es especial, pero nos preguntamos consultas médicas como a cualquier otro compañero. Yo tengo experiencia y ella tiene conocimientos más actualizados. Yo puedo seguir confiando en tratamientos que siempre me han funcionado y ella recurrir a novedades que conoce. Todo es bueno para la Medicina», finaliza.