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Paco Herrero en su bar en Salamanca, donde no tiene televisión ni aparatos electrónicos desde la pandemia. MANU LAYA
El bar salmantino que no tiene ni televisión ni música: «Me enfadé con la SGAE y decidí darme de baja»

El bar salmantino que no tiene ni televisión ni música: «Me enfadé con la SGAE y decidí darme de baja»

Antonio Herrero, dueño de un gimnasio, también está en contra del cobro de la Sociedad de Autores

Celia Luis

Salamanca

Domingo, 4 de febrero 2024, 21:53

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A diferencia del resto de bares de Salamanca, el negocio de Paco Herrero no tiene televisores ni aparatos musicales desde la pandemia. En él abunda la tranquilidad y el silencio. En el año 2022 decidió prescindir de estos objetos, así como darse de baja de la SGAE y las otras asociaciones de derechos de autor y de propiedad intelectual a modo de «enfado» cuando le anunciaron el cobro de las cuotas durante los meses en los que su establecimiento estuvo cerrado por la cuarentena-cuotas que finalmente se congelaron-.

Según él, pagaba unos 180 euros al trimestre. «Llamé a la SGAE y me dijeron que el cobro era automático, por un servicio que no usé y que creo que es inútil porque las cadenas de televisión ya pagan sus derechos cuando emiten», explica. Tampoco le gustó el tono con el que le contestaron cuando tomó la decisión de darse de baja. «Me advirtieron que ya se pasarían a investigar si seguía poniendo música», detalla.

Paco regenta el bar desde hace 11 años y la decisión que tomó lleva a sus clientes a que tengan que «hablar sí o sí entre ellos», puesto que no hay televisión que mirar ni música que escuchar. «Los clientes están encantados, mi elección dio buenos resultados. La gente habla más bajo y entre ella. Antes la televisión era un punto muerto. Ahora el local es un lugar para relacionarse, conversar unos con otros y desconectar», comenta orgulloso.

Considera que las facturas de la SGAE y el resto de asociaciones son «pagos muy injustos»: «Siempre lo comento. Los bares de barrio no vivimos de la música, es decir, los negocios ponen canciones y la televisión porque da ambiente, pero no se lucran con ello. Al igual que las peluquería o las fruterías, por ejemplo».

Antes Paco sentía que le trataban como si fuera su obligación pagar la tarifa de las sociedades, «cuando para mí es un chiringuito inventado». Calcula que teniendo en cuenta que en Salamanca puede haber más de un millar de locales de hostelería, «a 50 euros por negocio al final es mucho dinero al mes para estos chiringuitos». No se plantea la posibilidad de volver a tener televisión o música en directo: «Ahora no hay ruido, se respira un murmullo ligero», concluye Paco Herrero.

Antonio Herrero, dueño de un gimnasio: «Son tasas abusivas e injustas»

Antonio Herrero es propietario de un gimnasio en Salamanca desde hace 33 años y al igual que Paco, está totalmente en contra del cobro de las cuotas de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE).

Lleva casi 20 años abonando las cuotas y considera injusto que las tarifas sean diferentes en función de los establecimientos y que, en el caso concreto de las asociaciones de vecinos, estén exentas de las tarifas.

«Me parece un pago injusto y absurdo que nos imponen y que tenemos que cumplir, pero realmente cuando compras un disco, por ejemplo, ya estamos pagando el IVA y los impuestos correspondientes», detalla Antonio, que paga por el servicio de la SGAE, la Asociación de Intérpretes y Ejecutantes (AIE) y la Asociación de Gestión de Derechos Intelectuales (AGEDI). «Existe varias asociaciones distintas, pero yo pago por esas tres cada dos o tres meses», añade.

Insiste en que es una «injusticia» pagar por usar música en su establecimiento y tener televisores. «Cuando compro la música ya pago a los autores, también abono todos los impuestos cuando compro los televisores y los aparatos musicales. Es abusivo seguir pagando más», lamenta.

Antonio Herrero enciende uno de los televisores instalados en su gimnasio. MANU LAYA

Por otro lado, el propietario del gimnasio denuncia que no todos los sectores pagan la misma cuota y que otros, como las asociaciones de vecinos, incluso están excluidos: «Lo he hablado con un despacho de abogados, pero me han dicho que están en todo su derecho».

Según Antonio, son unos 1.000 euros al año lo que le cobran por el servicio de derechos de autor y de propiedad intelectual. «Durante la pandemia congelaron las cuotas, pero luego volvieron a la normalidad. Hablamos de mucho dinero en total si llevo entre 15 y 20 años abonándolo», explica.

A pesar de sus discrepancias con la sociedad, no le queda otro remedio que cumplir con las cuotas. «Es fundamental tener música en un gimnasio. Puedo ponerla sin derechos de autor, pero los usuarios quieren escuchar temas actuales cuando realizan spinning o zumba», recalca Antonio Herrero.

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