
Adiós a la emblemática tienda de alimentación del barrio: «Cerramos con la conciencia tranquila, pero nos fastidia»
Tras casi una década al frente y más de 40 años de historia, Ángel y Martina, actuales dueños de la tienda de alimentación 'César', se jubilan sin encontrar a nadie que les sustituya tras el mostrador
En la bulliciosa Avenida de Filiberto Villalobos, donde cada esquina guarda un susurro de vida cotidiana, una institución del barrio está a punto de decir adiós. La tienda de alimentación 'César', que durante 40 años fue mucho más que un simple comercio, está a punto de cerrar sus puertas por jubilación. Este cierre no solo marca el fin de un negocio, sino el fin de una era para toda una comunidad que encontró en 'César' un espacio familiar, cercano y único.

Un refugio de vida y tradición
La historia de la tienda 'César' es también la historia de un barrio. Durante cuatro décadas, generaciones de vecinos, estudiantes y transeúntes han confiado en sus estanterías repletas y en el trato cercano de sus dueños. Pero, ahora, ese refugio está a punto de apagarse. Los últimos que recogieron las riendas del negocio hace nueve años lo hacen con la dignidad del trabajo bien hecho y la pena de no poder pasar la antorcha.
«Lo dejamos, vinimos a coger esto para retirarnos tranquilamente y ha llegado el momento», relatan con voz pausada, mientras las palabras se llenan de recuerdos. Tras una vida en la hostelería —más de 30 años sin un solo día de descanso—, encontraron en 'César' un remanso de paz, un espacio para cambiar el ritmo frenético por una rutina diferente, con horarios más llevaderos, domingos libres y, sobre todo, un trato directo con la gente del barrio.
Una decisión tomada entre el cariño y la realidad
«Nos enteramos por unos clientes que César se jubilaba», recuerdan. Y, entonces, lo que empezó como una búsqueda para encontrar un retiro apacible se convirtió en una pasión por mantener viva una tienda que ellos mismos reconocen como esencial. «Nos gustó cómo estaba montada, cómo estaba todo, y no lo dudamos», cuentan orgullosos de haber conservado el alma del local.
Pero la vida comercial en la era moderna no es fácil. «Aquí tienes que dedicarle entre 12 y 14 horas diarias. No es un trabajo para cualquiera», explican. El sacrificio diario es grande y, aunque para ellos ha sido una etapa fabulosa, la realidad es dura: no hay relevo generacional y cada vez menos jóvenes quieren comprometerse con un trabajo tan exigente.
El desafío de mantener viva una tradición
«Es muy difícil encontrar alguien que quiera hacerse cargo», coinciden. «Aquí solo vienen a preguntar extranjeros sin posibilidades económicas y jóvenes españoles no aparecen», añaden. La dificultad no solo radica en las horas, sino en el cambio social: «Los jóvenes prefieren ocio antes que trabajo duro. Aquí hay que estar muchas horas».
Este panorama refleja una transformación profunda en los hábitos de consumo y en la concepción del trabajo. La tienda 'César', como muchas otras pequeñas tiendas de barrio, lucha contra la competencia feroz de las grandes superficies y la comodidad que ofrecen. «Nosotros mismos perdemos estas tiendas yendo a comprar a los grandes supermercados», admiten con honestidad.
Un faro para estudiantes y vecinos
Una de las grandes fortalezas de 'César' fue su capacidad para adaptarse. «No vivimos solo de la alimentación, sino también de bocadillos, empanadas y encargos para colegios y excursiones», explican. La zona, llena de colegios y residencias de estudiantes, hizo que la tienda se convirtiera en un punto de referencia para jóvenes y familias. Esa conexión con la comunidad educativa fue, sin duda, un hilo conductor durante estos últimos años.
La pandemia, un golpe inesperado
Pero, si hay algo que siempre se quedará en su recuerdo, eso es la crisis sanitaria del coronavirus. Y es que, como pasó con otras tiendas, en 'César', dejó su marca. «La pandemia machacó estas tiendas porque los mayores, que eran clientes habituales, dejaron de salir y sus hijos no acudieron a comprar aquí», relatan con tristeza. El cierre de 'César también simboliza las consecuencias silenciosas de la pandemia para el pequeño comercio, que sufrió la pérdida de su público más fiel y la imposibilidad de atraer a nuevas generaciones.
La nostalgia de la despedida
«No me supone trauma cerrar tras 54 años de trabajo sin parar. Creo que ha llegado la etapa que hay que aceptar», dice uno de los dueños con serenidad. Sin embargo, la tristeza se asoma cuando hablan de la falta de relevo: «Lo regalamos, damos facilidades para pagar, pero no hay forma».
Pese a ello, mantienen la esperanza en el valor de su trabajo y la gratitud hacia quienes hicieron de 'César' un hogar. «Los jóvenes son simpáticos y majos. Algunos nos recuerdan con cariño aunque solo hayan estado un par de años», cuentan con una sonrisa.
Un legado inigualable
Los vecinos han recibido la noticia con pena. «Hay clientes que vienen todos los días y les da mucha tristeza», relatan. Muchos llevan comprando desde los tiempos de César, el dueño original, y sienten que pierden un pedazo de su historia personal y colectiva.
A pesar de las dificultades, estos últimos responsables ofrecen un consejo para quienes se planteen abrir un pequeño comercio: «Hay que hacer horas, estar mucho tiempo y atender a la gente lo mejor posible». Con humildad, reconocen que no hay recetas mágicas, solo trabajo y dedicación.
Después de 40 años, la tienda 'César' cierra sus puertas, pero su legado queda intacto. No solo en las bolsas llenas de productos que durante años repartieron, sino en las historias compartidas, las sonrisas intercambiadas y en la vida misma del barrio, que cambió y creció junto a ella. Se trata de un rincón de la ciudad que se despide, pero que nunca será olvidado.
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