Sabores de matanza y unión en Navamorales

La localidad de Navamorales congregó de nuevo este año a cientos de vecinos e hijos del pueblo en una jornada festiva donde los sabores típicos de matanza protagonizaban la mañana.

Por segundo año consecutivo, los vecinos de la localidad celebraban la comida matancera, elaborada por ellos mismos, a base de patatas revolconas con torreznos y chichas. Estas últimas se elaboraban en plena calle, como colofón a una mañana marcada por la colaboración y participación vecinal mientras el tamborilero amenizaba la jornada.

La cercanía de la Navidad suponía un impulso a las actividades programadas, que incluían ya por la tarde un recital de villancicos a cargo del grupo Mora y Majuelo. Además, los comensales lucían también gorros navideños de color verde, que daban mayor animación si cabe a la fiesta, que atrajo a hijos de Navamorales llegados desde diferentes lugares de toda la geografía nacional.

Cerca de trescientos comensales disfrutaban de la comida, de la convivencia y de la invitación a aguardiente o vino dulce previo a la comida. Aunque estaba nublado al mediodía, la mayoría de los comensales optaron por comer en la calle, si bien, al celebrarse junto el renovado bar muchos disfrutaron también del menú en el interior del establecimiento municipal.

La fiesta matancera se ha convertido prácticamente en otra de las actividades fijas en el calendario de eventos de la localidad en apenas dos años. Se suma a las fiestas de octubre en honor a la Virgen del Rosario, la patrona de la localidad, y, sobre todo, a las fiestas de verano que, a primeros de agosto, llenan de vida y actividad el pueblo con las celebraciones organizadas por la asociación Pizarreños y el apoyo de diversas peñas.

La celebración de la fiesta matancera de Navamorales tuvo lugar entre la iglesia y la antigua casa de concejo, reconvertida ahora en bar municipal. La mejora de la instalación ha sido posible dentro de las ayudas de la Diputación provincial para el fomento de bares en pueblo que no los tienen. El presupuesto de la obra rondó los 43.000 euros de los que 28.500 corrieron a cargo de la institución provincial para convertirlo en un verdadero centro de convivencia.

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