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Josefa Girón en su último ingreso, con su hijo Alberto Hernández. CASAMAR
La vacuna que nunca llegó para Josefa

La vacuna que nunca llegó para Josefa

Josefa Girón, residente de un centro de mayores en Vitigudino, murió el martes sin COVID mientras esperaba desde el pasado el 12 de enero la primera dosis que no había podido recibir por estar ingresada en Salamanca

Viernes, 5 de marzo 2021, 12:30

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El último año de Josefa Girón, quien falleció este martes a los 80 años a causa de una enfermedad renal, ha sido sombrío, solitario y taciturno. El tren de la vacunación contra el COVID pasó sin hacer la debida parada y nunca más regresó. La administración de la primera dosis, programada el 12 de enero en su residencia, no fue posible, ya que Josefa estaba en Salamanca recibiendo su tratamiento de diálisis.

Los últimos meses han sido especialmente frustrantes para Alberto Hernández, su hijo, un salmantino afincado en La Rioja que ha lidiado sin éxito con distintas instituciones después que su madre no volvió a recibir noticias sobre esa vacuna destinada a ella.

“Voy a seguir adelante con la reclamación, porque lo que no quiero es que esto le pase a nadie más”, afirma con entereza a pesar del duro golpe. Sugiere, incluso, que aunque sabía que la muerte de su madre era inminente, su estado de depresión que le hacía negarse a comer, y en definitiva, el aislamiento extremo que sufría frente a las crecientes libertades de los demás, han podido acelerar su fallecimiento. “Creemos que dejó de comer a causa de la depresión por no poder salir ni relacionarse”.

Los protocolos no atienden a emociones, y es por eso que Josefa no disfrutó estos últimos meses del gratificante calor de las relaciones sociales. Antes de la crisis sanitaria su hijo Alberto la visitaba con regularidad. La última vez que la vio fue gracias a un permiso especial que le concedieron, y por supuesto, desde fuera del edificio: un adiós gélido.

“Me dijeron que estaba muy grave”, explica el afectado y además el COVID jugó un papel importante en esta historia. “Al no poder ir al nefrólogo por la pandemia se le complicó un riñón”.

La demanda que Alberto ha interpuesto a la Gerencia de Atención Primaria sigue en curso, pero no ha sido su único recurso mientras se sentía cada vez más impotente ante la situación. También denuncia haberse dado de bruces contra la Junta de Castilla y León. “No sabían decirme nada al respecto”, lamenta.

El último año de Josefa Girón ha incluido ingresos y una brega constante contra la adversidad, más aún sin el abrazo de un familiar. “No quiero nada, solo que cambie el protocolo. Vacunaron al resto, incluso a una mujer que estaba ingresada en esos días también la vacunaron después, y a ella ni una sola dosis”.

La desesperación de Alberto le empujó, finalmente, a denunciar la situación porque considera que no es un caso aislado. “Hay algo que no se está haciendo bien”, dice. Desde que comenzó la pandemia y mucho antes del vaticinio de su pérdida personal, ha participado en una campaña de donación de plasma, y es que tras un año desde que padeció el COVID, su sangre sigue atesorando valiosos anticuerpos. “Fue un caso muy raro, di positivo setenta días”, asegura.

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