Una Feria Medieval preparada para crecer

“La Conjura de Ciudad Rodrigo” baja el telón de un éxito anunciado, de una sexta edición de la Feria Medieval que ha demostrado de manera holgada que está preparada para crecer, para hacer del primer fin de semana de cada mes de octubre una de las citas destacadas del calendario anual mirobrigense.

La última jornada de la VI Feria Medieval de Ciudad Rodrigo se abrió al filo de la medianoche con los calurosos y multitudinarios aplausos que recibió la asociación “Rodericus” tras la puesta en escena de “La Conjura de Ciudad Rodrigo”, una representación que desbordó todas las expectativas y que congregó a más de millar y medio de personas haciendo que el aforo disponible se quedara pequeño.

Con los ecos de la conjura, arrancó la jornada dominical con el gran ambiente que se había ya registrado en los dos días precedentes, con un mercado medieval lleno de animación y la asistencia constante de pequeños y mayores a los cuentacuentos y talleres infantiles instalados en los jardines del Castillo de Enrique II de Trastamara.

Al tiempo que las calles y plazas del recinto amurallado mirobrigense iban rápidamente llenando de farinatos y forasteros, muchos de ellos establecidos en la ciudad durante todo el fin de semana y gran parte procedentes de la cercana y hermana Portugal, las huestes de las dos grandes familias, los Garci-López y los Pacheco, se concentraban en la plaza del Castillo. Desde este lugar y cruzando la “Puerta de la Conjura”, colocada junto a la plazuela de Dámaso Ledesma, los guerreros, damas y demás cohorte desfilaron hasta el paseo de Fernando Arrabal donde se disputó el “Alarde de Caballeros”, una de las novedades de esta edición que concitó, a pesar del intenso calor, a mucho público.

Unos jardines de Bolonia que se han convertido en uno de los tres principales escenarios de la Feria Medieval, junto a la Plaza Mayor y la plaza del Castillo, y donde ya por la tarde se celebra el III Torneo de Caballeros de la Ciudad Dorada, que finaliza con un nuevo desfile, ya no de enfrentamiento entre las dos grandes e históricas familias, sino de hermanamiento que llega hasta los pies del baluarte de Enrique II de Trastamara, lugar en el que los grupos de danza, bailes y tambores junto a los miembros de “Rodericus” despiden la Feria Medieval con la promesa de regresar más fuertes.

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