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El sacerdote Pedro Calama sigue dando misa a sus 90 años en El Cerro. TEL
El cura salmantino que se resiste a jubilar con 90 años

El cura salmantino que se resiste a jubilar con 90 años

Don Pedro sigue al frente de la parroquia de El Cerro, donde da misa diaria. “Cuando vean que se me va la cabeza que me lo digan y me iré”, asegura

Miércoles, 6 de marzo 2019, 18:03

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A sus 90 años, el sacerdote Pedro Calama sigue al pie del cañón en la iglesia de El Cerro, donde llegó hace casi cuatro décadas dispuesto a “servir a Dios y a través de Él a todos los vecinos”.

Con una lucidez plena y con muchas ganas de seguir batallando, Don Pedro reconoce que continuará con las botas puestas hasta que el cuerpo aguante. “Siempre les digo que cuando vean que se me va la cabeza o que no puedo con los pies que me lo digan y entonces me retiraré, pero mientras tanto aquí sigo”, afirma rotundo.

Asegura sentirse muy querido por la gente del pueblo, a quienes considera su familia. “Lo que más me gusta es visitar a los enfermos y a los viejos, aunque sean más jóvenes que yo, pero como tengo mejor salud...”. También le gusta compartir su día a día con el resto de vecinos y a muchos los suele ver a la hora de echar la partida de cartas. Una costumbre que no perdona. “Algunos de ellos no van a misa nunca, pero para ir al bar no ponen excusas”, asegura entre risas.

Disfruta leyendo sus oraciones, aunque tenga que usar una lupa porque le va fallando la vista. “Además me gusta leer el periódico para estar siempre informado, escuchar la radio y ver los concursos de la televisión. Y así me distraigo”.

También es fiel a su misa diaria —“aunque a veces vayan muy poquitos vecinos”, dice— lo que convierte a El Cerro en la única localidad de su entorno en tener este ‘privilegio’.

Nació en La Alberca en 1928, en una familia de seis hermanos donde nunca faltó el cariño. “Con tanto hijo había que buscar una salida. Uno de mis hermanos pequeños se fue con los Salesianos y yo me fui al seminario a Coria, en Cáceres, donde pasé doce años formándome”, cuenta. Don Pedro tuvo claro desde siempre que entregaría su vida a los demás y eso es lo que lleva haciendo desde que se convirtió en cura de pueblo. “Primero me destinaron a Las Hurdes, concretamente a la zona de Las Mestas, y luego ya llegué aquí, donde durante cuarenta años he sido el párroco de Valdelageve, Lagunilla, Montemayor del Río y El Cerro”.

No se olvida de darle las gracias al obispo y a sus superiores por su “bondad” al permitirle seguir dando misa, algo que le hace muy feliz. Pero también lamenta la falta de vocaciones y la “increencia tan grande que hay ahora en el mundo” y por eso recuerda como el momento más bonito de sus 66 años como sacerdote la ordenación de un joven del pueblo. “Fue un día de fiesta, incluso pusimos una bandera blanca en lo más alto de la torre porque para todos los de El Cerro fue algo muy especial. Sin duda fue el momento más importante de mi vida porque se trataba de mi hijo espiritual”.

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