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Fantasía, magia y mucha luz. A menos de una hora en coche, a escasos metros de la plaza del pueblo y rodeada de un jardín de 450 metros, con los destellos de 12.500 bombillas y distintos motivos festivos, salmantinos y turistas se topan con la que probablemente es la casa en la que más espíritu navideño se respira de toda la provincia. Por la forma en la que, de puertas para dentro, viven la época más especial del año, pero, sobre todo, por el espectáculo tan increíble y radiante que propicia el alumbrado con el que un italiano que llegó a tierras charras hace 40 años lleva sorprendiendo durante más de dos décadas a sus vecinos.
Al filo del atardecer, cuando empieza a caer poco a poco la noche, Santiago de la Puebla se prepara para disfrutar de la iluminación de la casa de Mario Fucile Caruso, residente en la localidad junto a su mujer, una salmantina que conquistó su corazón, trayéndole hasta la provincia después de haber vivido durante más de 40 años en Suiza tras haber abandonado su Italia natal cuando apenas tenía 15 años. Sus 77 años no le han impedido en ningún momento deslumbrar como el vecino que más vive la Navidad en la localidad y, pese a que alguna vez ha tenido algún que otro contratiempo como dos caídas de las escaleras en las que siempre se sube para llevar algunas de sus luces al tejado de su casa, cada año trata de comprar algo nuevo.
«Estoy encantado de ser vecino de Santiago de la Puebla. Estoy muy a gusto en el pueblo y muy bien con la gente. Esta no es la primera vez que decoro así mi casa. De hecho, llevo haciéndolo varios años. Cada año que lo he hecho, he añadido algo nuevo y, entre esas novedades, no han podido faltar algunos de los adornos que he traido de mi Italia natal o de Suiza. Los vecinos no paraban de decirme que llamara a la prensa para que se hiciera eco de lo que hacía», asegura Fucile, que añade que «en mi jardín de 450 metros, tengo varios pinos, una palmera, un belén que se enciende cada vez que alguien pasa cerca de mi casa y algunos ciervos que irradian luz propia».
Pero, detrás de esta increíble decoración, se hallan las muchas horas que Fucile ha dedicado a colocar cada bombilla que, a día de hoy, acapara todos los focos de atención en el pueblo. De hecho, ya han sido muchas las personas que se han acercado hasta el municipio por el simple hecho de conocer a Mario, a su familia y de ver esta iluminación tan irresistible e imperdible a partes iguales, cuyo origen radica en la tradición que, desde niño, Fucile ha tenido: la de poner el belén en su familia. «Cada año, empiezo a decorarla una vez que pasa el Día de Todos los Santos. Me lleva más o menos un mes. Mi mujer se encarga de colocar la magnolia porque va por el suelo y a mí me deja la tarea más ardua, que es la de colocar las bombillas en las zonas más altas de la casa», añade este italiano, que asegura que «hay muchos vecinos que están encantados con lo que hago, pero también noto cierta envidia».
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