Zarzuela en las Cortes
No se le había ocurrido a ninguno de los grandes promotores musicales que han pasado por el decante Festival de las Artes y la Cultura ... de Castilla y León que se celebra en Salamanca con éxito decreciente desde 2005. Ni Guy Martini, ni Calixto Bieito, ni Carlos Jean habían dado con la tecla. Ha tenido que venir Vox con sus iluminados dirigentes para encontrarle una utilidad patriótica a este Facyl que en sus últimas ediciones amenazaba con degenerar en una sesión cutre de bandas de barrio.
Los verdes han pensado, con buen tino, que tanta modernidad cansa, que los salmantinos no entienden ni valoran la música o el teatro posteriores a la guerra civil, así que mejor apostar sobre seguro con aquellas zarzuelas que entusiasmaron a los españoles hace solo un siglo. Al fin y al cabo, España no ha cambiado tanto...
Después de los sonoros fracasos que siguieron a los esplendores de la primera y segunda ediciones, resulta complicado criticar cualquier iniciativa que suponga darle la vuelta a un festival moribundo. Si la Junta nos trae zarzuela, como si apuesta por un concurso de pandero o un certamen de castañuelas. A peor es difícil que vayamos.
Eso sí, la imagen de Salamanca como epicentro de la modernidad y de la vanguardia en la cultura quedará un poco tocada, si no hundida, a los sones de Federico Chueca o Tomás Bretón.
Lo peor de todo es que, al paso que va la burra a cuyos lomos cabalga el consejero Gonzalo Santonja, Salamanca se queda este año sin Facyl: ni el moderno (algunos dirían elitista) ni el popular (algunos dirían casposo). La gestión cultural de Vox está brillando por su ausencia en este su primer ejercicio, y a Salamanca todavía no han traído nada que merezca la pena. El presente es lamentable y el futuro es incierto.
A los discípulos de Santiago Abascal les pone mucho la vena patriótica y adoran las tradiciones más genuinamente españolas, aunque siempre en un contexto de retrospectiva que a veces se parece demasiado al Nodo. A los de Vox la zarzuela, género musical español y muy madrileño, al que los adeptos se niegan a considerar hermano menor de la ópera, les viene como anillo al dedo. Por eso no solo se han propuesto conquistar Salamanca con “La Gran Vía” o “La Dolorosa” sino que han establecido un plan para convertir el Parlamento regional en “La corte del Faraón” y llevan un par de días exhibiendo en el hemiciclo su capacidad verbal para las insinuaciones y el tono picante, cuando no directamente insultante hacia sus señorías.
Las Cortes de Castilla y León son para ellos una verbena, y al espectáculo contribuyen no solo el vicepresidente de la Junta, Juan García-Gallardo, que llamó “imbécil” y “presunto delincuente” al exvicepresidente de Cs Francisco Igea en la sesión del martes, sino otros parlamentarios de signo contrario, como el comunista Pablo Fernández, que se abandonó al tono macarra para retar a todo el que se atrevía a hacer cualquier comentario durante su intervención y que dedicó al líder de Vox algunas lindezas como que está cobrando cien mil euros de la Junta “sin hacer nada”, y que solo acude al Parlamento “cuando le quitan el bozal” para “insultar a la gente”. Incluso el vicepresidente del Parlamento, Francisco Vázquez (PP), se sumó al ambiente verbenero cuando amenazó con clausurar la sesión y retomarla por la tarde “para que se jodan...” y acabó mandando a sus señorías “a tomar por el c...” antes de suspender los debates en medio de la algarabía y el despiporre general.
El escándalo parlamentario llegó a tal nivel que el casi siempre impasible presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, se vio obligado a anunciar que hablará del asunto “en privado” con García-Gallardo. Un vicepresidente que lleva medio año provocándole incendios de toda índole y que, como diría Susana la de “La verbena de la paloma”, “tiene vergüenza, pundonor y lo que hay que tener” (sobre todo de esto último).
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