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Que unos esbirros del novio raptaran a Vanesa y que este le echara pegamento en la vagina, se tomó por verdad, y a Iván le costó 317 días en chirona. Era un invento. Fue condenada y ahora campa por Salamanca, donde estos días ha montado dos sonoras broncas. Otras patrañas tienen más éxito, muchas políticas. Si todos los repúblicos mendaces dimitieran cuando se les descubre, o fueran destituidos, tendríamos menos embusteros en el banco azul. Y es que este gobierno de mitómanos sostiene tantos relatos de apariencia verídica por incautos, como el protagonista de “La verdad sospechosa”, de Ruiz de Alarcón. Estamos esclavizados por el mentir, el verbo intransitivo mas conjugado en los medios desde hace años. Ahora el presidente del Gobierno, pretextando una reunión inexistente para eludir el control del Senado; y el Ministro de Justicia, en sus trece sobre la destitución de Pérez de los Cobos, disfrazando su injerencia de relevo pacífico.

En la vida pública, estando en democracia (no en Cuba o Venezuela), no hay “mentir de las estrellas”, el que Quevedo consideraba seguro, “porque ninguno ha de ir a preguntárselo a ellas”. Habiendo prensa libre y Parlamento - con su luz, estenotipistas y oposición -, se puede preguntar, indagar, exigir al gobierno, y a veces – aunque en muchas ocasiones sale gratis -, descubrir la verdad de lo ocurrido. Ha bastado la filtración de una carta de la directora de la Guardia Civil, para dejar a Marlasca a culo pajarero. Cuando escribo esto no ha dimitido, ni le han cesado. Incluso ha mentido nuevamente en el Senado sosteniendo que todo fue por la filtración del informe.

Aceptar la versión falaz, edulcorada, que dio Marlasca en sede parlamentaria de lo que fue una injerencia delictiva y un cese indigno y vengativo, era tan duro como tragarse el relato de Vanesa, válido judicialmente hasta que se descubrió que ella misma había comprado el pegamento en un bazar chino y se lo había echado en su natura; o como dar crédito al gallego acusado del homicidio de su suegra : estaba cogiendo rosas, “pinchóse con una espina en un dedo, y tuvimos que rematarla allí mesmo”.

Estamos bajo un gobierno plagado de mentirosos compulsivos, hasta en el número de muertos por la pandemia. Sigue la farsa.

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