Vencidos sin vencedores
Lo que ha hecho Macron al cesar a su primer ministro se parece como dos gotas de agua a lo que hacen los directivos de ... los clubes de fútbol cuando las cosas no van bien: echar a los entrenadores. Pero eso casi nunca es una buena solución.
Las anómalas elecciones municipales francesas tuvieron su segunda vuelta el pasado 29 de junio, con una abstención del 59% y una derrota estrepitosa del Presidente de la República.
Conviene recordar que Macron ganó las presidenciales de 2017 con un 66% de votos a su favor y en las generales que se celebraron en junio de ese mismo año La República en Marcha (LRM), su partido, sacó 350 diputados en una apabullante mayoría absoluta: el 60,6% de los diputados.
Macron, colocado en el centro, se había merendado a buena parte de la derecha y de la izquierda moderadas. A su izquierda quedaron semiliquidados tanto el Partido Socialista como el Partido Comunista; sólo la derecha más radical de Marine Le Pen levantó la cabeza, con el 21,39% de los votos en la primera vuelta de las presidenciales que le hicieron quedar en segundo lugar, con lo cual disputó a Macron la segunda vuelta.
Los resultados de estas últimas municipales han dejado temblando no sólo al partido que lidera Macron, también a su modelo neoliberal. Pero lo más grave es que también ha quedado finiquitada la izquierda tradicional. Una izquierda que aparece fragmentada y con escaso crédito político. De hecho, muchos franceses que no creen en el modelo que representa Macron se han quedado en casa y, desde luego, ha quedado claro que -al menos en Francia- el fracaso del modelo neoliberal no asegura el triunfo del modelo socialdemócrata.
En las elecciones que aquí se comentan ha surgido con notable fuerza electoral un partido ecologista (EELV) cuyo ideario es de piñón fijo: les importa el medio ambiente, el resto no es su problema.
Es cierto que existen graves daños por contaminación y nadie niega los efectos sobre el cambio climático, pero también hay otros problemas. El movimiento de los chalecos amarillos mostró una rabia desatada que la sociedad francesa encerraba, y las cosas no van a volver fácilmente a su cauce tras la pandemia.
El FMI estima que la deuda pública mundial alcance el 101,5% del PIB en 2020, casi 20 puntos más que en 2019. El déficit se disparará al 13,9%. ¿Cómo hacer frente a ese agujero en las cuentas públicas? Subir los impuestos o recortar drásticamente los gastos, pero ambas recetas ponen a todos los Gobiernos ante un panorama imposible de manejar.
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