Borrar

Vaciada y viciada, no voceada

Jueves, 4 de abril 2019, 05:00

Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Los que estudian la geografía humana dicen que estamos viviendo una segunda oleada de despoblación, y que esta vez afecta a las capitales de comarca y de provincia. Que no se trata sólo del campo.

El domingo, con la lluvia, llegaron a Madrid cientos de miles de personas procedentes de los pueblos vaciados de España. Algunos de los servidores que se sirven de lo público tuvieron la desfachatez de sumarse a la protesta. Que hay que ser cínico para ahogar a la gente del campo y luego acompañarles en sus reclamaciones.

Pero insisto, no se trata sólo del campo. Si uno se empapa las estadísticas del instituto nacional de la cosa y se toma la molestia de ver la evolución de los diez últimos años, se dará cuenta de que un cuarto de millón de posibles contribuyentes han emigrado a municipios de la costa mediterránea. Y a Madrid. Pero, sobre todo, comprobará que no se trata de gente que vivía en el campo —porque los del campo ya se habían ido antes— sino que estamos hablando de vecinos de pequeñas capitales comarcarles y provinciales.

En Salamanca el campo se vació durante la primera gran emigración de los años cincuenta y sesenta. Fueron muchos los que llegaron a la capital charra asentándose en grandes barriadas como las de Garrido, Pizarrales o San José. Ahora son los nietos de los que llegaron del campo a Salamanca los que abandonan la pequeña ciudad para irse a una gran capital. Y a uno le da la sensación de que vamos con nuestras quejas, voces, clamores y cánticos un poco a destiempo. La Salamanca vaciada, la de la primera ola, la del campo, apenas estuvo representada bajo la lluvia por las calles de Madrid. Me dicen que vino un grupo de Monleras. Y es que la gente del campo va teniendo una edad. Son pocos, envejecidos y, muchos de ellos, se han dado por vencidos. No se lo podemos reprochar. Los pueblos se vaciaron hace medio siglo, aunque alguno parece que se acaba de dar cuenta ahora, cuando va de vacaciones y no tiene wifi o le han cerrado el bar.

La Salamanca de la ciudad, vaciada también, tampoco tuvo representación. Nadie. Nada. Ni una asociación de vecinos, ni un colegio, ni un centro cultural, ni los amigos de la capa, ni la agrupación gastronómica, ni los de Unionistas, ni los del otro equipo de la ciudad, ni los que se manifestaron por los papeles del archivo. Nada. Nadie. Que durante cincuenta años no hayamos movido un dedo por el abandono institucional y la precariedad de servicios en el medio rural, ya es grave. Que teniendo una oportunidad para vocear en la capital del reino que queremos dejar de ser el Detroit ibérico y no la hayamos querido aprovechar, eso ya es para hacérnoslo mirar. Quizá dentro de otros cincuenta años, cuando estemos todos viviendo en Madrid, será más fácil protestar porque nos tuvimos que ir. Quizá.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios