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Una clase media partida por la mitad

Domingo, 6 de octubre 2019, 05:00

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Cada vez hay más estudios y especulaciones sobre qué puede pasar con el empleo tras la ola imparable de automatización. Caixabank ha presentado un estudio que se basa, a su vez, en otro de 2013, “The future of employement”. El de Caixabank asegura que el riesgo de automatización de los trabajos que están asignados a la clase media es del 48%, porcentaje que se dispara al 69% cuando se trata de las clases bajas.

No es de extrañar, por tanto, que tres cuartas partes de la población de los países miembros de la UE tengan miedo de que los robots y la inteligencia artificial les quiten el empleo. Por eso la OCDE recomendaba poner en marcha programas educativos para adaptarse a las nuevas ocupaciones y llamaba a proponer esa formación a los trabajadores en activo, tanto en el seno de su empresa como fuera de ella.

Cualquiera que vaya a ser el futuro del empleo, la realidad hoy de las clases medias en España, especialmente las asalariadas, es que han caído en un agujero y es difícil que recuperen la situación que tenían hace una docena de años. Y no es sólo el caso español. Según la mencionada OCDE, las clases medias se están estrechando. Un miembro de la generación del baby boom tenía un 70% de probabilidades de pertenecer a la clase media al llegar a los 20 años, pero un miembro de la generación de los millennials ha visto esa probabilidad reducida hasta el 60%.

Los economistas Olga Cantó y Luis Ayala ya publicaron en 2018 que la clase media en España ha pasado de representar el 65% de la población a comienzos del siglo XXI a un 55% en 2014, con un peso menguante en la distribución de la renta. Tener en España una cualificación profesional media ya no garantiza tener un salario medio.

Las implicaciones ideológicas y políticas que traerá esta deriva social son imprevisibles, pero serán negativas a no ser que desde la política y la movilización social se llegue a dominar este proceso destructivo. Al fin y al cabo, que las máquinas sustituyan el trabajo humano más pesado no es una maldición sino todo lo contrario. Lo que ocurre es que ese ahorro en trabajo penoso no repercute en mejor vida para los asalariados sino que esos benéficos efectos se trasladan a otros beneficiarios y no a los asalariados. A nadie se le oculta que esta situación es potencialmente explosiva, pues son esas capas medias asalariadas las que sostienen el sistema democrático. Para más inri, mientras el peso de los salarios en el PIB está en torno al 45%, en la recaudación del IRPF es el doble, en torno al 90%.

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