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Un grave error de la Junta

Jueves, 20 de agosto 2020, 05:00

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Los fallos que ha revelado este periódico en las pruebas PCR en Salamanca y en Castilla y León son de una extrema gravedad. La falta de líquidos de análisis está impidiendo que el Hospital realice los test con la agilidad y la rapidez necesarias, de tal forma que los resultados se están conociendo con varios días de retraso,

Se trata de una demora en un punto crítico, ya que está provocando que los rastreadores actúen muy tarde a la hora de localizar y controlar a los posibles contagios de las personas que han dado positivo.

Para frenar la expansión descontrolada del coronavirus resulta esencial que las pruebas se realicen con la mayor rapidez y que los enfermos sean aislados cuanto antes, para evitar los contagios en la mayor medida de lo posible. Al mismo tiempo, la eficacia del rastreo depende de que el personal dedicado a ello pueda dirigirse al entorno del contagiado en las primeras horas desde que fue testado como sospechoso. Hacerlo tarde puede convertir en inútil el esfuerzo de rastreo e inmovilización de los afectados.

La parte esencial del dispositivo para el control de la epidemia en Castilla y León se está yendo al traste por la falta del material necesario para hacer funcionar el robot encargado de analizar las muestras. Con este aparato a medio gas, por la falta de un líquido que escasea desde hace días, el Hospital no da abasto y las PCR que encargan los médicos de Atención Primaria se están haciendo con dos, tres y hasta cinco días de retraso. En Salamanca se están practicando tan solo unas cuatrocientos pruebas diarias, mientras que el robot a pleno funcionamiento podría hacer más de mil.

Eso quiere decir que los rastreadores, que tendrían que contactar con las personas más cercanas a los nuevos enfermos, realizan su labor cuando el afectado lleva al menos cuatro días sin saber que es positivo y con una alta probabilidad de expandir el virus entre familiares, amigos, compañeros de trabajo y conocidos.

Estamos así ante la repetición de los mismos graves errores que en los meses de marzo, abril y mayo, en la primera ola de la pandemia, nos llevaron a ser una de las peores comunidades autónomas en uno de los países más afectados en todo el mundo. Si entonces el sistema sanitario carecía de mascarillas, de trajes de protección, de respiradores y de test, ahora la escasez de un líquido primordial para la realización de pruebas coloca a la sanidad de Salamanca y de Castilla y León en el riesgo cierto de no poder impedir un contagio colectivo del virus. Con la diferencia de que entonces la pandemia nos cogió por sorpresa y ahora hemos tenido seis meses para prever, comprar, almacenar y arbitrar medios alternativos.

En esa primera ola de COVID-19 la responsabilidad en la mala gestión de las compras de material correspondió al cien por cien al Gobierno de Pedro Sánchez, y así lo denunciamos reiteradamente en estas páginas. Pero ahora, una vez que la Junta de Castilla y León ha asumido la dirección de la lucha contra la enfermedad, la responsabilidad recae de lleno en el Gobierno regional. El ejecutivo autónomo no ha tenido la previsión suficiente para paliar la falta de materiales para hacer test y no ha arbitrado tampoco un sistema alternativo que permita recuperar la agilidad, y por tanto la eficacia, en el proceso de detección y control del entorno de los nuevos enfermos. Las autoridades sanitarias regionales no han tenido ni siquiera los reflejos suficientes para recuperar de inmediato el convenio con la Universidad para realizar PCR en los institutos del Estudio salmantino, capaces de practicar más de trescientas pruebas diarias y que permanecen cerrados (ahora de vacaciones) desde junio pasado.

La misma Junta que viene amenazando en los últimos días con endurecer las restricciones a la movilidad de los ciudadanos y que incluso avisa de que se plantearía solicitar al Gobierno central un estado de alarma en la Región, debería dejar de señalar tanto a los castellanos y leoneses y hacer primero los deberes.

El vicepresidente Francisco Igea aseguraba hace unos días que nos vamos a jugar mucho en las próximas dos semanas, entre otras cosas el que se pueda empezar el curso escolar con una cierta ‘normalidad’. Es cierto, como lo es el hecho de que sin una gestión eficaz en el control de los contagiados y de su entorno el fracaso en la lucha contra la pandemia en Castilla y León está asegurado.

Mientras en otros países, como es el caso de Alemania, hacen test hasta a los perros, como contaba ayer en este diario nuestra colaboradora Rosalía Sánchez, aquí no tenemos líquidos para hacerlos a las personas. Por algo volvemos a ser el peor país del mundo a la hora de gestionar los rebrotes.

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