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Un Gobierno de alpargata

Sábado, 21 de agosto 2021, 05:00

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La reciente historia de España está hecha en alpargatas: las de media caña que llevaban los soldados aniquilados por los rifeños en Annual, ahora hace un siglo; las que calzaban, arrecidos, a veinte grados bajo cero, ambos bandos en la batalla de Teruel de 1938; las mismas de la tropa defendiendo Ifni, veinte años más tarde. Pero también las de esparto que durante siglos calzó el pueblo que no tenía para zapatos, solo para unos zuecos de madera, o unas albarcas de cuero, como el mozo de Monleón, que llamó al toro y este lo llevó “por el pico de una albarca toda la plaza arrastrando”. Y ahora tenemos las veraniegas del presidente, inmortalizadas en la fotografía de La Mareta, y luego desaparecidas.

En la foto oficial de Moncloa, Sánchez ¡no tiene tobillos ni pies! ¿Habrá sido el bejarano Caldera, el ex ministro que borró con typex párrafos enteros del informe sobre el Prestige? No creo, porque él también está missing. Habrá sido cosa del Photoshop.

En los sesenta, los universitarios de Montelarreina gastábamos alpargatas para la gimnasia. Siempre se dijo, “corres más que un gitano con zapatillas nuevas”, ahora políticamente incorrecto (por más que exaltara las cualidades atléticas de la etnia). La alpargata se asociaba a la indigencia. Baste el ejemplo de Unamuno, que se quedó tan orondo con su poema “Ay, triste España de Caín, la roja/ de sangre hermana y por la bilis gualda”, llamando al Consejo de Ministros que le destituyó “Gobierno de alpargata”. Él usaba zapatillas caseras de felpa, y metió una en el brasero cuando estiró la pata -con perdón-.

Los mayores sabemos que Salamanca calzó con zapatillas o alpargatas, durante décadas, a buena parte de España y otros países. (Sacudidas por la madre contra los glúteos infantiles -hasta que se prohibió-, producían excelentes resultados didácticos). Peñaranda llevó la iniciativa con las factorías de los Ruipérez y de “los guapitos” (idos ya Candi y Chelís, queda su hermano cineasta, Antonio Hernández Núñez). De allí vino a la capital Teodoro Jiménez para fundar TEJISA. Baste decir que llegó a tener trescientos operarios, dos tercios mujeres. Nuestra calle San Justo asentó muchas alpargaterías y cordelerías, y en todo lo alto, estaba colgada una enorme zapatilla de reclamo publicitario. Allí se vendían también abarcas hechas con neumáticos desechados, que usaban los segadores gallegos. Pero de esto el que sabe es mi dilecto cofrade José María Hernández.

A algunos presidentes de Gobierno, cuando tienen delante una mesa, les da por empujarla con los pies, como Boris Johnson ante Macron. Aznar y Bush subieron inadecuadamente los zapatos a la mesa durante una cumbre del G8. Y Pedro Sánchez los tenía bajo la mesa, pero como diría Dámaso, de mi pueblo, se han espumarizado.

En tema tan grave como Afganistán, no es de recibo que después de permanecer varios días oculto -a diferencia de otros mandatarios solventes -, con tanto asesor de imagen, coja una chaqueta sin corbata, y calce alpargatas veraniegas. ¿Son inadecuadas?. Pues si el mago David Copperfield hizo desaparecer la Estatua de la Libertad, nuestro ilusionista monclovita lo ha hecho con sus alpargatas. Saca de la chistera embustes, pero esfuma intenciones de voto en el CIS; oculta pactos vergonzosos con vascos y catalanes; y lo que es peor, esconde miles de muertos por la Covid. A nadie puede extrañar que quien es capaz de borrar cadáveres, borre unas vulgares alpargatas.

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