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Sábana Santa y Año Jubilar Teresiano. Los altísimos misterios de la Iglesia nos llaman desde Salamanca y Alba de Tormes para ver si nos espabilamos en los compromisos espirituales o, en su defecto, somos capaces de levantar un poco la cabeza sobre esta sombra (asfixiante) de males múltiples que nos hunde en la tierra.

Así que cada cual decida las razones que le invitan al viaje. Si acaso es la devoción o el turismo curioso. Lo que importa, a efectos prácticos, es que capital y provincia noten que hay movimiento económico y de gentes. Aunque haya quienes no confíen en eso de que a los mercaderes se les permita acampar dentro de los templos y, no sin faltarles razón, nos remitan al Jesús de los evangelios: el Mesías que, indignado, volcó las mesas de los cambistas y expulsó a los vendedores de palomas. Aunque haya quienes clamen, con el mismo empeño de la Santa y Doctora de la Iglesia, porque lo que hay que reformar son los cenobios mediáticos televisivos, tan llenos de ‘virgenzuelas’ sin bragas y sinvergonzones al quite que se ganan la vida haciendo gala de todos los pecados capitales y escarneciendo a los meapilas que creen en Dios.

Pero todo pensamiento puede argumentarse con razones a favor o en contra. Y en el mío está creer que ‘The Mistery Man’ y Santa Teresa de Jesús pueden ser dos buenos reclamos para remover la entraña y poner un poco de silencio en los muchos ruidos de adentro. Tal vez, porque haya algo de cierto en el aforismo-advertencia de Gracián: «Las cosan no pasan por lo que son, sino por lo que parecen. Valer y saberlo mostrar es valer dos veces. Lo que no se ve es como si no fuese».

A Jesús de Nazaret y a Teresa de Jesús ninguna exposición o jubileo podrán ya darles mayor protagonismo del que por sí mismos, con muchísimo esfuerzo, conquistaron. Pero, en estos tiempos tan proclives a denarios, desafectos y discordias, no está por de más mostrar públicamente sus ejemplos de vida y recordar sus historias, para que, acaso, tomemos nota de en qué punto de mermas nos encontramos y todos los valores fundamentales que hemos perdido.

No voy a quebrarme la cabeza pensando en si a los visitantes de la Sábana Santa o del Sepulcro de la Santa les mueve la fe o simplemente las ganas de ocio. Hace tiempo que he comenzado a creer que a este siglo XXI es mejor mirarlo con cierta distancia para no perecer en sus columnas de fuego o tinieblas de castigo. Cuando rugen las fieras alrededor, es mejor ponerse a salvo e irse de concierto, de visita turística o de peregrinación. Al menos dejaremos de preguntarnos y ganaremos indulgencias para los sentidos.

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