Tesoros despreciados
Lunes, 20 de junio 2022, 05:00
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Algo no funciona en este país si el alcalde de un pueblo dice que la piscina natural que tiene en su término municipal es un “quebradero de cabeza”. Sinceramente, no lo puedo comprender. Es como si en Ribadelago renegaran del lago de Sanabria, en Sepúlveda fuera una tortura tener al lado las hoces del Duratón o en Hoyos del Espino le dieran la espalda a Gredos. Dicen que tienen miedo a que alguien se ahogue. Por esa regla de tres muchos ayuntamientos renunciarían a recibir senderistas por si alguno se parte la crisma. Aseguran que todos son gastos, pero no se habla de los beneficios que reporta si se apuesta por ello y se hacen las cosas bien. Comprendo que haya alcaldes que no quieran complicarse la vida y antepongan otras necesidades que, en estos tiempos, son muchas. Pero me parece casi suicida despreciar un tesoro que cualquier otro municipio estaría loco por poseer.
Esta pasada semana las páginas de LA GACETA publicaban un interesante reportaje sobre las piscinas naturales salmantinas donde algunos regidores manifestaban sin tapujos su incomodidad con estas joyas de la naturaleza. Incluso en La Bastida han ido más allá sacando de su término municipal su pequeña y coqueta zona de baño. Cuando trasladas este sinsentido a personas relacionadas con el sector turístico se llevan las manos a la cabeza. No es asumible que en plena crisis y con una despoblación galopante, la Salamanca rural dé la espalda a un recurso de primer orden. Obviamente no es la panacea ni la solución al éxodo juvenil, pero sí es una inyección. Una simiente que trae beneficios económicos a corto plazo, pero sobre todo pone al pueblo en cuestión en el mapa. Eso se llama promoción, marketing o hacer marca. Y eso vale dinero. Mucho dinero.
En esta posición de rechazo a las piscinas naturales también hay un componente de egoísmo. El año pasado una persona me envió un mensaje indignado por haber dedicado un artículo en este periódico a la zona de baño de Villanueva del Conde. Su principal problema es que, por culpa de esa promoción, se iba a llenar de ‘forasteros’. Me sorprendió que la crítica viniese de una persona formada y con mundo. Pero resume a la perfección la postura demasiado extendida de “lo del pueblo, para los del pueblo”. Es la misma que tenía un servidor de pequeño cuando al frontón de La Vellés venían foráneos a jugar a la pelota y teníamos que esperar a que acabasen. Pero claro, era un niño con ideas de niño.
Un alcalde de uno de los muchos pueblos del norte de Cáceres que tienen piscina natural me asegura que esta instalación es una auténtica bendición. Para nada es necesario contar con socorrista (algo de lo que se quejan algunos primeros ediles salmantinos) ya que el baño en estas instalaciones es responsabilidad del bañista. Se generan ingresos económicos ya que muchos visitantes optan por comer en el chiringuito cercano y pernoctar en una casa rural. Y, sobre todo, aporta vida y ambiente. Siento una profunda envidia de comarcas como Las Hurdes, el Jerte y La Vera donde difunden y promocionan sus piscinas. Cada una de ellas tiene su bar de concesión municipal que, en la mayoría de los casos, aporta una cantidad jugosa a las arcas municipales. Lo mismo sucede en Portugal en parajes naturales como la Serra da Estrela. En Loriga y en Cortes do Meio las ‘praias fluviais’ forman parte de su ADN y reciben a los visitantes con los brazos abiertos. Pero no hace falta irnos muy lejos. En Salamanca tenemos ejemplos de cómo se tienen que hacer las cosas. La Pesquera de Ciudad Rodrigo y la playa de Puente del Congosto son una muestra. El área de baño de Villasrubias en el río Frío también es una delicia. Su entorno está cuidado al máximo y, para usar el césped y los vestuarios, el Ayuntamiento cobra una simbólica entrada. Además, el chiringuito que hay junto a la piscina está repleto de lunes a domingo. Un éxito y un modelo a seguir que demuestra que los diamantes hay que pulirlos, no despreciarlos.
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