Suma y sigue
Mi hermana es profesora en un centro rural. El fin de semana del puente del 12 de octubre comenzó a sentirse mal. Tenía tos, molestias ... intestinales y se encontraba muy cansada. El día 12 avisó al equipo directivo del colegio y al día siguiente le atendieron en su centro de salud donde le citaron para hacerle un test de antígenos. Dio negativo, pero decidieron confirmar el resultado con una PCR. Lo cierto es que esa semana continuó teniendo malestar, lo que le hizo pensar que realmente era positivo. El viernes, cuatro días después de hacerse la prueba, le dicen que tienen que repetírsela porque han tenido un problema con los resultados. ¡Increíble! A las puertas del fin de semana se hace de nuevo la PCR y regresa a su casa donde vive prácticamente aislada de su marido e hijos. El miércoles, doce días después de los primeros síntomas le dan el resultado: negativo. Hoy vuelve al colegio.
Este caso no es aislado, es habitual oír a personas contar cómo han esperado una semana para conocer su resultado cuando el informe de su PCR tiene fecha del día siguiente de la prueba. Sin duda, el tema de las PCR siguiente siendo uno de los mayores problemas de la pandemia. Lo fue en la primera ola, cuando brillaban por su ausencia, y lo es ahora, cuando se hacen muchas más, pero parece que no las suficientes y los resultados se comunican en plazos muy largos que ponen en riesgo la salud del posible infectado, pero también de las personas que le rodean.
Nada que ver con la situación de otros países. Rodrigo Ledesma, biotecnólogo salmantino afincado en Londres me contaba hace unos días que en el Imperial College, prestigioso centro en el que se encuentra su laboratorio, ofrece a todos los científicos la posibilidad de realizarse una PCR a la semana. Pero también en Reino Unido la situación está al límite, al igual que en Francia, así que algo estamos haciendo mal todos.
Desde luego, si no se solucionan todos los problemas relacionados con la gestión de las PCR, difícilmente podrá contenerse la expansión de la pandemia o sindemia, como algunos expertos denominan ahora a la complicada situación por la que estamos pasando.
Sindemia palabra que resulta de unir sinergia y pandemia se utiliza cuando dos o más enfermedades interactúan de forma tal que causan un daño mayor que la mera suma de las dos dolencias, es decir, lo que sucede ahora mismo con el COVID y la diabetes o la COVID y las enfermedades cardiacas.
Sea una pandemia o una sindemia, lo que está claro es que se nos ha vuelto a ir de las manos. 281 casos ayer en Salamanca y 6 muertos. Son cifras incluso más altas que en los peores momentos de la primera ola y eso que aún no ha llegado el frío invernal cuando al COVID se sumarán otras patologías.
¿Soluciones? Lamentablemente escuchamos muchos mensajes alarmistas, pero no soluciones reales que frenen los contagios sin poner la puntilla a la maltrecha economía.
No me resisto a hablar del confinamiento perimentral al que estamos sometidos los salmantinos y ciudadanos de otra muchas localidades del país. Dicen que la expansión del virus se ha debido a la llegada de los universitarios. La verdad es que siempre pensé que cuando por fin volvieran a las aulas habría un aumento de casos, pero bienvenidos sean. No podemos olvidar que Salamanca, ciudad universitaria por excelencia, se mueve gracias a la industria académica. En cualquier caso, si el problema son los estudiantes y ellos sí pueden entrar y salir con libertad de Salamanca ¿de qué sirve el paripé del confinamiento perimetral? Hoy muchos regresarán a sus ciudades de origen, pues son su primera residencia, y el domingo volverán sin problema a Salamanca.
Ya tenemos sobre la mesa el toque de queda. Pronunciar esa expresión estremece. Yo me pregunto si antes de aplicar la medida han analizado los resultados que ha tenido en París, por ejemplo, o si se trata de una moda, como la de instalar purificadores de aire en las aulas que, hoy por hoy, ningún científico ha dicho que puedan sustituir a la ventilación natural.
De nuevo, nos pilla el COVID.
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