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JOAN Subirats, el nuevo ministro de Universidades, siente “vértigo” y “miedo” de ser capaz de sacar adelante esta responsabilidad. No lo tiene muy difícil para hacerlo mejor que su antecesor en el cargo, Manuel Castells, que se ha cubierto de gloria al ser capaz de poner en su contra a los estudiantes —y eso que no dudó en posicionarse de su lado justo hace un año cuando pidieron exámenes telemáticos por la pandemia— y a las universidades catalanas —quienes supuestamente eran su apoyo—. Tenía razón el rector Ricardo Rivero cuando a los pocos días de ser reelegido rector de la Universidad de Salamanca aseguró a este periódico que Castells no iba a ser capaz de imponer su modelo de universidad. Muy tensa ha sido la relación entre Rivero y Castells, de hecho, el ministro no visitó nunca el Estudio salmantino, la institución universitaria más antigua de España, y eso que me consta que lo intentaron con la organización de diversos actos, pero al ministro nunca le cuadraba bien. ¡Qué lástima!

“Otro vendrá que bueno te hará”, dice el refrán. Toca cruzar los dedos para que en este caso no se cumpla. Subirats ha comentado que le gustaría dejar “su impronta personal y una forma de hacer las cosas”. Miedo me dan esas palabras pues el nuevo ministro también se ha comprometido a impulsar una gran reforma universitaria. Ojalá que el que ha sido mano derecha de Ada Colau en el Ayuntamiento de Barcelona hasta hace pocos meses, además de ser el ideólogo de Barcelona en Comú, dialogue más con los rectores y el conjunto de la comunidad universitaria y de enseñanza para crear una ley que resuelva las verdaderas necesidades del sistema universitario y no que tenga como fin agradar a determinados colectivos, aunque para ello tenga que dar bandazos. Lo cierto es que, ni con esas, Castells consiguió el beneplácito que buscaba.

Desde luego, Subirats es buen conocedor del sistema universitario, ha sido profesor de Ciencia Política durante más de cuatro décadas en la Universidad Autónoma de Barcelona, aunque también hay que recordar que ha estado siempre vinculado a la política. Desde fuera de las instituciones, como académico, ha estado comprometido en infinidad de causas. Y lo cierto es que no ha ocultado su posición. El 2 de octubre de 2017 colgó en redes una foto suya con el comentario: “He votado; referéndum catalán; Rajoy dimisión; Democracia”. Esperemos que ahora sea consciente de que ya no es el profesor de una universidad catalana, ni el concejal de un ayuntamiento, sino el ministro de todo un país, de un sistema universitario que necesita cambios para actualizarse y adaptarse a las exigencias del mercado. La digitalización es uno de los grandes retos que están sobre la mesa. ¿Tendrá Subirats valor para acometer las reformas que hacen falta?

Aprovecho para recordar las injusticias que cada año genera la EBAU. Cierto es que el tema se regula desde el Ministerio de Educación, pero es en el ámbito universitario donde se sufren las consecuencias y el rector de la Universidad de Salamanca, entre otros, ha alzado la voz en varias ocasiones sin éxito hasta ahora.

No va a tardar mucho el nuevo ministro en tener que posicionarse pues, viendo cómo está subiendo la incidencia, en días los estudiantes van a pedir, como ya hicieron el pasado año, que la evaluación del primer cuatrimestre sea telemática. Espero que el nuevo ministro actúe con inteligencia y no tenga una ocurrencia como la del presidente de Gobierno y la imposición de la mascarilla en exteriores. Todos los expertos defienden el uso de la mascarilla, pero es en los interiores donde habría que vigilar su uso correcto. Seguro que todos hemos visto situaciones en las que alguien no la tenía puesta, o la tenía pero mal colocada, y estaba en un espacio cerrado y sin ventilar.

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