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Segundas comuniones y tal

Jueves, 30 de mayo 2019, 05:00

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Dos de ocho. Ese es el balance de las segundas comuniones en mi parroquia. De los ocho niños y niñas que se vistieron de almirantes, capitanes, princesas y novias para recibir a Dios en su vida y entrar a formar parte de la comunidad sólo Gregory y María hicieron su segunda comunión el domingo siguiente.

Es cierto que cada vez menos familias se ven en la obligación social de que sus hijos comulguen, pero todavía hay quienes participan de este rito religioso desde un planteamiento cuyas motivaciones no tienen nada que ver con la pertenencia a la Iglesia de Jesús.

Para los que no sean muy duchos en la materia de las creencias cristianas baste decir que la comunión, junto con el bautismo y la confirmación, son los sacramentos básicos para comenzar a vivir como cristiano. Sacramentos de iniciación, se llaman. Y que un sacramento —para los creyentes— es un signo, un momento, una acción en la que Dios mismo está presente.

Es de cajón que para una persona de nueve o diez años, encontrarse con Dios rodeado de su familia y de la comunidad cristiana en la que celebra y vive su fe tiene que ser un momento de fiesta muy especial. De ahí los vestidos y los trajes elegantes. Que digo yo que por qué los niños se visten de marineros y no de bomberos, pero esto no viene a cuento ahora. También encaja perfectamente que se haga alguna foto para recordar el día y hasta que la familia se reúna en torno al comulgante para celebrar este paso en su vida de fe. Incluso que se tenga con el niño o la niña algún detalle.

Pero como pasa casi siempre que se pierde la perspectiva, el resultado puede ser catastrófico. Y no hablo sólo de la absurda comedia de las “comuniones civiles”. Me refiero a que sean estos detalles que rodean la primera comunión de nuestros hijos (vestido, fotos, regalos, comida...) los que adquieran tal importancia que acaben merendándose su verdadera razón de ser que no es otra que estar más cerca de Jesús y tratar de ser un poco como Él.

Estos días se ha viralizado el gesto de Iñaki, un niño de Granada que para su comunión ha pedido dinero para donarlo a la lucha contra el cáncer. En total han sido algo más de mil euros que han servido para que la asociación Relevos por la Vida compre unas gafas de realidad virtual y una Play Station 4 con los que puedan jugar los adolescentes que tienen cáncer mientras reciben su tratamiento oncológico en el hospital.

No sé si Iñaki y sus padres han estado dos o tres años en catequesis, de lo que estoy seguro es de que su gesto es más cristiano que todas las fotos, vestidos y comidas de los que han hecho su primera comunión en mi parroquia. Y que de los de la segunda, también.

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