Se busca político tenaz
Dice la Constitución que todos los españoles somos iguales, pero ese tan conocido artículo catorce de la Carta Magna no deja de ser una broma ... de mal gusto, o un bienintencionado deseo.
Aquí hay unos mucho más iguales que otros. Por ejemplo: ser cántabro o asturiano tiene sus indudables ventajas. Y haber nacido vasco, catalán o navarro ya es la repera, estás como dos palmos por encima de los demás. En cambio, vivir en Salamanca no tiene premio, sino castigo.
Si naciste en Bilbao o Pamplona tendrás mejor sanidad y mejores carreteras porque estarás en autonomías hiperfinanciadas con el dinero de todos los españoles. Si tienes la suerte de habitar en las otras dos bellas regiones de la cornisa cantábrica, como compensación por los retrasos provocados por el ‘fevemocho’ tendrás tren gratis durante años, mientras Renfe cambia las medidas de esos trenes que no caben en los túneles. En cambio, si tienes la desgracia de residir en la capital del Tormes, ni tendrás trenes, ni túneles, ni billetes gratis.
Aquí sufrimos todo tipo de retrasos ferroviarios pero no tenemos premio. En Salamanca las obras ferroviarias van muy lento, o no van, y además seguimos esperando nuevos convoyes para recuperar la cuarta frecuencia del Alvia que el Gobierno de Pedro Sánchez nos arrebató con la excusa de la pandemia.
En Cantabria y Asturias se han quejado del bochornoso error de los trenes sobretallados y enseguida ha acudido a darles mimos el Ejecutivo sanchista. Quizás sea porque en esas regiones disfrutan de gobernantes con mucho carácter, de los que no se conforman con la callada por respuesta como ocurre con los de Salamanca o de Castilla y León. Quizás sea porque tanto el gobierno regional de Miguel Ángel Revilla como el de Adrián Barbón están teñidos de los colores del PSOE, el primero en coalición con el localismo aprovechategui.
El caso es que aquí en Salamanca las obras de electrificación de la línea a Fuentes de Oñoro sufren ya la misma demora que padecerán cántabros y asturianos por culpa de los desatinos de la ministra Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, Raquel Sánchez, cuyas penas han pagado con la dimisión el presidente de Renfe, Isaías Táboas, y la secretaria de Estado de Transportes, Isabel Pardo de Vera. El retraso es similar en Salamanca, con la diferencia de que aquí, superados los dos años desde que la electrificación debería estar terminada, no vemos el horizonte de cuándo podrá funcionar. Los Presupuestos del Estado apuntan a otros cuatro años de tardanza, pero esos cálculos, en nuestro caso, siempre suelen resultar optimistas.
Este Gobierno no tiene el menor interés en terminar la electrificación, una mejora esencial para convertir a esta provincia en el gran centro neurálgico del transporte entre Portugal, España y Europa. Y lo mismo ocurre con el resto de las grandes infraestructuras pendientes de la inversión del Gobierno. Ni el acceso sur ni el ramal hacia el Puerto Seco reciben la atención del Ejecutivo. De Salamanca en La Moncloa solo se acuerdan para eliminar servicios y recortar trenes. Ni siquiera destinan unos euros para el mantenimiento de las máquinas y coches, de forma que cada dos por tres tenemos un convoy averiado y a los sufridos pasajeros les toca esperar al autobús. Y no pasa nada.
Necesitamos un Revilla o un Barbón que ponga pie en pared. Se busca político tenaz y decidido.
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