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Mi amigo “Falele”, maestro del dominó, cuando barruntaba que iban a ahorcarle el seis doble o sufrir un cierre, invocaba resignado a Echegaray : “Contra las olas del mar/ luchan brazos varoniles,/ contra los miasmas sutiles/ no hay manera de luchar” (de “El gran Galeoto”). Algunos sustituían “miasmas sutiles” por “guardias civiles”, y Falele, por los marfiles de las fichas. No se quien dijo, ni tengo ganas de buscarlo, que fuéramos como un promontorio de la costa, que aguanta enhiesto mientras lo baten las olas, que en tal brega acaban retirándose.

Miasma está en desuso. El mismo Diccionario la define en tiempo pasado: “Efluvio maligno que, según se creía, desprendían cuerpos enfermos, materias corruptas o aguas estancadas”. Sin embargo, me reconocerán que al virus que padecemos, se le puede llamar cabalmente miasma. Aclarado que no es un “bichito”, ahora se habla no de gotas, sino de gotículas -invisibles-, que se generan cuando una persona infectada por dicho virus, tose o estornuda, es decir, arroja uno de esos efluvios. Tan malignos que ayer en Salamanca se cobraron ¡20 víctimas mortales! Solo una gota fría de las meteorológicas podría causar semejantes estragos.

Contra las olas, los miasmas y este virus hay maneras de luchar. Algunos niegan que lo que se está librando en todo el planeta, sea una guerra. Uno de los libros mas hermosos que he leído es “La historia de Sainte Michelle”. El autor, el médico sueco Axel Munthe, dice en un pasaje que tengo subrayado : “He luchado mucho con mi lúgubre colega” ¿Puede un médico definir mejor, en solo tres palabras, la muerte? Recuerda algo valedero para los MIR y quienes reciben estos días su aterrador bautismo de fuego : “Vi trabajar a la muerte en las salas del hospital. Se trataba de una simple lucha entre dos, un juego de niños comparado con lo que vi mas tarde. En Nápoles (cólera) la he visto matar a mas de mil personas diarias...”.

Se pueden emplear términos bélicos. Estamos librando una verdadera guerra mundial, en que el enemigo es invisible, rápido, oportunista, sutil, lo abarca todo, y para derrotarle están en las trincheras los científicos, los sanitarios, la intendencia (los uniformes con sus pertrechos), pero detrás, en la retaguardia, nosotros. Es una guerra con muchos heridos y muertos, pero en la que no caben rendiciones, armisticios, ni deserciones (como huir del domicilio). Los supervivientes podrán contar sus futuros nietos el papel que desempeñaron en esta lucha histórica. ¿Y tu que hiciste durante la pandemia, abuelo? Hay básicamente dos actitudes, eludir estúpidamente la reclusión, o acatarla. Aquí cualquier mindundi se rebela, cuando somos referencia conocida de insignes reclusos, como Fray Luis, al que “la envidia y la mentira (le) tuvieron encerrado”; o Unamuno, que sostenía que la vida era lucha y estuvo confinado desde que un 12 de octubre le echaron del Casino, hasta que hundió su barbilla en el pecho y metió una zapatilla en el brasero, el 31 de diciembre. En un soneto fechado el 21 del último mes, habla de calabozo, el alma encadenada, el pozo, y de la verdad, “para siempre confinada”.

Pero en esta guerra sin cuartel carecemos de un verdadero líder, un presidente, un diestro timonel al mando de la nave española. Por el contrario, padecemos a quien nos miente todos los días, dependiente de separatistas, filo-etarras y populistas; desconcertado, porque hace quince días dijo que quizás llegáramos a diez mil contagiados (vamos por mas de cien mil); incapaz de adquirir equipos de protección para quienes están en la brecha, o dotaciones sanitarias para los infectados, salvo para los suyos; que está intentando desprestigiar, en la televisión de todos y en otros medios afines, lo resuelto magníficamente por la oposición (léase IFEMA); amenazando con estrangular económicamente a los medios críticos; y, la última, ¡negándose a comparar cifras! con las de otros países, porque destrozarían las coartadas monclovitas, pueriles, de Iván Redondo.

¿Cómo van a ser posibles nuevos “Pactos de la Moncloa”, teniendo de socios a quienes denigran la Transición, quieren derribar lo que llaman “régimen del 78”, desprecian aquellos pactos y a España?. Siendo unos pactos análogos, imprescindibles para afrontar la crisis brutal que llama a la puerta, soy pesimista, por la ignorancia y el sectarismo de quienes nos desgobiernan, y por la falta de sentido del Estado en el PSOE, desde Felipe González.

Pero en medio de esta desolación, contemplando la heroica brega diaria de nuestros sanitarios, estoy seguro que algún día podremos dedicarle la frase-homenaje de Churchil a los aviadores que libraron la batalla de Inglaterra, y preservaron nuestras libertades : “En el historia de los conflictos humanos, nunca tantos debieron tanto a tan pocos”.

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