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¿Sabes que en Salamanca ya hay más perros inscritos que niños y niñas menores de 14 años? Y eso no es ni bueno, ni malo, simplemente es verdad. Puede que haya más perros, porque aún hay gente que le da por hacer las cosas mal y no registra a su perro, ni le pone el chip, ni vacunas, ni nada de nada.

El caso es que hay más perros que niños. ¿Deberíamos intentar que haya más niños en Salamanca? Claro que sí. Tenemos un problema claro de envejecimiento de la población, pero, quizá, tan importante como tener estos niños, sea que el día de mañana estas personas se queden para ejercer su profesión (la que sea) en nuestra ciudad.

El otro día tuve el placer de encontrarme por la calle con Ana Suárez. Ella ni me vio (lógico) porque iba mirando a mi perro (más lógico aún), pero al saludarla estuvimos un rato charlando de forma distendida y agradable. Vamos, como creo que siempre se habla con ella.

Y hablamos de la plaza de Julián Sánchez el Charro, y estoy muy de acuerdo en lo que ella me comentaba. Esta plaza es un gran ejemplo de tener espacio para todos. Tenemos nuestro sitio para los perros, elementos para los niños, máquinas para que los mayores puedan hacer ejercicio, y una terraza de bar que no pueden ser más simpáticos. Seas quien seas, seas como seas, puedes venir a esta plaza a disfrutar de la tarde.

Pero en ese mismo espacio se demuestra que vivimos unos de espaldas a otros. Cada uno en su rincón, pero sin mezclarnos.

Es más, más de una vez que he estado dentro del recinto de perros, he tenido la sensación de ser un animal en el zoo al ver a la gente de fuera mirar. Y es verdad que la gente se toma unas libertades con los perros que no se toman con los niños.

¿Estaría bien que yo fuera a tocar la cabeza de tu hijo? ¿Te gustaría que yo le diera de comer alguna chuchería sin preguntarte? Piénsalo.

¿Quiere eso decir que nunca jamás puedas dar algo de comer a un perro, o acariciarlo? No, lo único que tienes que hacer es pedir permiso a su dueño. No es tan difícil ¿no? Entre otras cosas porque igual el perro al que tu hijo decide acariciar es miedoso, o está enfadado, y podemos tener un susto. Y eso es algo que ninguno queremos.

Hay más perros que niños. Es verdad que muchas familias tienen las dos cosas, pero otros no, otros solo tenemos perro.

Y, de cara a las elecciones de mayo, a Kike (mi perro) y a mí, nos interesarán todas las mejoras y propuestas en temas caninos que traigan los candidatos. Mi perro no vota (los niños tampoco), pero voto yo por él.

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