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¿Recuerdan a Norma Desmond, interpretada por Gloria Swanson? Es el personaje protagonista de El crepúsculo de los dioses, aquel clásico que dirigió Billy Wilder. Desmond había sido un referente del cine mudo, incapaz de asumir que sus momentos de esplendor ya pasaron. Ante ese ocaso, maquina de forma obsesiva volver a la gran pantalla. Carles Puigdemont es una suerte de Norma Desmond con flequillo. PuigDESMOND, por entendernos, se ve desplazado en la película secesionista, y cada poco intenta recuperar papel. Su detención en Cerdeña, y su rápida puesta en libertad, ha vuelto a darle cámaras, micrófonos, portadas y minutos mediáticos. Justo aquello que más ansía un político dedicado, de manera permanente, a la performance.

El que fuera president ha declarado: “Nadie que se niegue a negociar con Cataluña el derecho a la autodeterminación tiene el derecho después a negar el derecho a la unilateralidad”. Ya ven. Nuestro PuigDESMOND escribe torcido, con disparatados renglones, sobre ficticios derechos. Es la murga que no cesa, como el rayo de Miguel Hernández; y conviene recordar que el Estado de Derecho posibilita modificar las leyes, pero no saltárselas. De modo que no existe, ni por asomo, ningún “derecho a la unilateralidad”; como tampoco existe en Cataluña ningún “derecho a la autodeterminación”. Cuando el independentismo justificó el 1 de octubre apoyándose en los Pactos de Naciones Unidas, ocultaba que el Derecho Internacional no emplea el concepto de autodeterminación con la ligereza, arbitrariedad y despotismo que los secesionistas desearían.

A punto de cumplirse el cuarto aniversario de ese estrafalario y mal llamado “referéndum”, aquel engendro del 1-O aún es mitificado en ciertos sectores. El supuesto “derecho a decidir”, tramposo eufemismo que también fue regurgitado, implicaba que otros no decidieran: derecho a decidir negado al resto de españoles, y negado a quienes quisieran seguir decidiendo, una vez que se hubiera decidido la escisión. Por citar un ejemplo: en una Cataluña independiente, explicó Rahola, el Valle de Arán no dispondría de esa manoseada facultad decisoria. Cuánto doble rasero.

A muchos se les llena la boca con los referendos (sabido es que no debería hablarse con la boca llena), y olvidan que siempre han sido un recurrente artificio de las tiranías. Por supuesto que también hay sensatos y constitucionales referendos, pero subrayo que no representan la quintaesencia democrática. Si los derechos fundamentales de alguien fuesen erradicados en referéndum, ese dictamen, por muy mayoritario que fuese, no se convertiría en democrático. La democracia es mucho más que votar, y por eso no existe democracia sin Estado de Derecho. Entre los referendos más perniciosos están aquellos donde una parte, unilateralmente, decide sobre el todo; levanta fronteras que no existían; erradica la más básica pluralidad; convierte en extranjeros a sus vecinos; y arrebata la ciudadanía a sus paisanos.

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