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Hay una diferencia entre “el gran campeón” y el “fuera de serie”. El primero tiene talento, por supuesto. Pero el segundo “es el que pone su talento al servicio de los otros”. Ese importante matiz lo explicó Carlo Ancelotti, entrevistado por Enric González para Jot Down. Considero que esa distinción no se limita únicamente al plano deportivo. Sin ir más lejos, dos recientes casos, ligados a Salamanca, podrían ilustrar todo esto. Aludo a María Hernández y a Roberto Fraile, cuya vocación también quisieron brindársela a los demás.

María fue asesinada hace un par de semanas en Etiopía. Cooperante de Médicos Sin Fronteras, era natural de la localidad salmantina de Sanchotello, y llevaba muchos años comprometida en labores humanitarias. En la región etíope de Tigray buscaba salvar la vida de otras personas, y encontró, a los 35 años, su propia muerte. Otros dos trabajadores de la ONG, forjados de esa misma pasta que implica la generosidad, conocieron igual destino.

Roberto, recordarán, también fue asesinado a finales de abril. Este periodista nació en Baracaldo, pero fue en Salamanca donde ejerció durante tiempo su profesión, y donde había formado su familia. Contaba con larga experiencia como reportero en distintos conflictos armados. Y si logró salir vivo de Alepo (Siria), tras resultar herido en una explosión, esta vez, a los 47 años, no pudo sobrevivir a Burkina Faso. Allí, junto a David Beriain, trabajaba en un documental sobre la caza furtiva. Y puesto que los asesinos pisotean cualquier veda, y jamás han considerado que el ser humano sea una especie protegida, mataron a ambos.

Siempre me gustó un fragmento de Soldados de Salamina en el que se repara sobre la naturaleza del héroe. La novela de Javier Cercas lo contempla, y en la película del mismo título, que dirigió David Trueba, se presenta del siguiente modo: “¿Qué es para vosotros un héroe?”, pregunta el personaje de Ariadna Gil. “¿Alguien que no se equivoca nunca o alguien que tiene el coraje y el instinto de la virtud? A lo mejor alguien que no se equivoca justo en el único momento en que uno no puede equivocarse”. Y de la mano de Le Carré, añade que quizá haya que tener “temple de héroe” para ser, sin más, “una persona decente”.

En definitiva. Existen ciertas conexiones entre los fuera de serie y los héroes. Y cabría añadir: hay gente cuya heroicidad no requiere de efectos especiales. No llevan capa ni antifaz, pero llevan toga; o visten hábito; o portan EPIs; o cuentan incómodos hechos que es necesario conocer; o impulsan proyectos capaces de incentivar sensatas expectativas; o aciertan a despertar, delante de una pizarra, la curiosidad de su alumnado; o regalan, a su alrededor, cariño, amparo y esperanza. Gente cuyos superpoderes se llaman profesionalidad.

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