Por la puerta principal
Sábado, 13 de abril 2019, 05:00
A S.M. El Viti, catorce puertas grandes
en Las Ventas
Se ven pocos gestos de dignidad en general y en la vida política en ... particular. Por ello me gusta comentar que Cayetana Álvarez de Toledo, con su fragilidad física y su fortaleza moral, ha acuñado una frase para nuestra historia política : “La democracia entra siempre por la puerta delantera”. Unos separatistas haciéndola escrache, y unos Mossos de Esquadra, quisieron que Cayetana A. de Toledo no entrara en la Universidad, o lo hiciera por la puerta de atrás. No lo lograron, y la candidata del PP por Barcelona pudo añadir “Nosotros, ¡ni un paso atrás!”.
Unamuno también usó la puerta principal del Palacio de Figueroa – ya sede del Casino de Salamanca -, para salir dignamente por última vez. Fue aquella tarde ominosa del 12 de Octubre – por la mañana pronunció en el Paraninfo su histórico “venceréis pero no convenceréis” -, en que sus propios contertulios le reprocharon que acudiera al café, como si nada hubiera sucedido. Avisado su hijo Rafael de los improperios de algunos socios, acudió a rescatar al aún Rector, proponiéndole salir rápidamente por la puerta de atrás. En un gesto de altivez don Miguel exclamó : “¡No!, por la principal”.
Esto de las puertas es muy salmantino. Desde hace siglos se dice en toda España “salir por la puerta de los carros” a lo que sale mal, un negocio que descarrila, una relación que se arruina, un estudiante o un opositor que suspende. Por esa puerta trasera, junto al Claustro de nuestra Catedral Vieja, salían – como señal manifiesta de su fracaso -, los bachilleres que tras pasar toda la noche en la Capilla de Santa Bárbara – de ahí “estar en capilla” -, y tras el correspondiente examen, no lograban el doctorado ni la licenciatura. Cayetana ha salido por la de delante.
Mas: quien ostenta el récord histórico de salidas a hombros por la puerta grande en el primer coso del mundo, el madrileño de Las Ventas, es de Vitigudino y se llama Santiago Martín. En las tientas en las dehesas charras, cuando una becerra ya ha sido calificada por el ganadero, éste grita : “¡Puerta!” y la vaquilla tentada sale al campo para ser cubierta, o camino del matadero. De ahí que algunos paisanos, cuando un tipo les está molestando, dicen “¡Puerta!” (Manolo “Sonri”, como si se tratara de Diego Puerta, añadía - lo acartelaba -, con el El Viti y Mondeño). Supongo que todos nosotros habremos oído decir a algún profesor, elegantemente, aunque se tratara de una expulsión : “Salga Ud. y cierre la puerta... por fuera”.
A cualquiera, según la conducta, se nos pueden abrir las puertas del cielo o del infierno. No me pongo trascendente, hablo de este prosaico mundo, por mas que el famoso “lasciate ogni esperanza voi ch’entrate”, sea el verso lapidado en la puerta del infierno de la Divina Comedia del Dante, que advertía a quienes entraban que perdieran toda esperanza. La Iglesia ha dicho que el infierno no existe. Realmente está aquí, entre nosotros, y en el penetran quienes se dejan dominar por alguna adición o cometen graves hechos criminales. La diferencia es que en este terrenal infiernillo hay quienes tienen el coraje de rehabilitarse. Ustedes y yo los conocemos. El cura Muiños tendrá en su memoria una larga lista.
Ahora que llega la Semana de Pasión, evocar quiero la puerta del templo de San Julián, porque he visto muchos Viernes Santo a “mi” Nazareno salir por ella, de cara, y regresar, marcha atrás, en ambos trances a los sones del himno nacional. El enorme trono diseñado por el hermano de paso Jenaro de No – cuyo único hermano de sangre y también de paso, José Luis, ha fallecido recientemente -, pasa al límite por el portón, en un alarde de los costaleros. El jefe de paso se ocupa de bajar la lanza del sayón para que no de un rasponazo arriba, y dirigir con su experta voz a quienes no ven, para que el trono no roce los laterales de la puerta, que permiten solamente una holgura de centímetros. Y cada año, mientras observo la delicada operación, en la puerta de esa Iglesia donde fui bautizado y confirmado, conmovido por la cautivadora mirada del Nazareno, le invoco con el poema unamuniano : “Agranda la puerta, Padre,/ porque no puedo pasar./ La hiciste para los niños,/ yo he crecido a mi pesar. / Si no me agrandas la puerta,/ achícame, por piedad,/ vuélveme a la edad aquella/ en que vivir es soñar”. Mi esperanza es que cuando llegue el momento, quepa ya por esa puerta cuyas llaves controla San Pedro, porque llevo años menguando, decreciendo.
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