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Después de dos años padeciendo el coronavirus o los efectos secundarios del maldito virus, que nos está dejando tocados a todos, la campaña electoral es como una bombona de oxígeno, aunque solo sea por salir de la monotonía diaria de los datos de contagios, de las nuevas cepas o de los desgraciados fallecimientos. Es que llevamos ya dos años y esto ya no hay quien lo aguante.

La campaña, que siempre ha sido algo aburrido, cansino y que ha producido pereza y hastío por el desapego que tiene la sociedad de la política, se antoja ahora como una tabla de salvación. Nos abrasan a mensajes machacones, a frases carentes de contenido y de sentido, pero de vez en cuando nos arrancan una sonrisa por las ocurrencias banales de unos candidatos que, como diría el expresidente Rajoy, no están capacitados para hacer políticas para adultos.

Ciudadanos anda desesperado. Baste solo el dato de que el personaje con mayor tirón es la exconsejera de Sanidad Verónica Casado. Dicen que Verónica conmocionó a la población cuando, en la primera ola de la pandemia, se puso a llorar ante las cámaras como una Magdalena. Hace campaña por los naranjas, pero fue con el PSOE con quien colaboró para la redacción del programa electoral de mayo de 2019. Ya había sido asesora de Pedro Sánchez hasta que Igea se fijó en ella para encomendarle la tarea sanitaria en el Gobierno de coalición con el PP. ¿Y qué decir del pobre Igea, que anda como el hombre despechado al que le han puesto los cuernos desvelando conversaciones privadas que a saber qué parte de verdad contienen?

Lo de los naranjas es cómico, aunque puede acabar en tragedia el próximo 13 de febrero si se quedan fuera del parlamento de Castilla y León.

Luego están los machitos de Vox. Muy subiditos gracias a las encuestas. Su líder, Santiago Abascal, dijo a voces el domingo en Valladolid que quien quiera que le dé los votos gratis al PP, que no les vote.

¡Hombre, don Santiago, entiendo que en campaña se digan muchas bobadas, pero no le veo siendo la muleta del socialista Tudanca! Y otra licencia chulesca es comportarse ustedes, los de Vox, como si fueran los independentistas catalanes. Parece que son los únicos que pueden saltarse las leyes sin que les pase nada.

Que yo sepa, está en vigor la obligación de llevar mascarillas, tanto en interiores como en exteriores, por mucho que nos parezca absurdo y que sea una artimaña más del inepto del presidente para aparentar que hace algo. He visto un vídeo en el que sus colegas se pasean por Ciudad Rodrigo sin mascarilla, incluso se acercan a saludar a personas mayores sin ella. Parece que solo ustedes y los golpistas catalanes, con todos mis respetos, son capaces de saltarse las leyes a la torera. Y le repito: entiendo que cuestionen la medida que adoptó Pedro Sánchez en pleno crecimiento exponencial de los contagios. Demuestra que Sánchez conoce el medio rural como yo por dentro los conventos de clausura, es decir nada. De hecho, la mascarilla ya era obligatoria en exteriores cuando no se podía mantener la distancia de metro y medio. Pero las normas están para cumplirse, se llame Pedro Aragonés o Santiago Abascal, pertenezca a Esquerra Republicana de Cataluña o a Vox.

Si el PP saca mayoría simple y depende para gobernar de los votos de Vox, no le quedará más remedio que hacer presidente a Mañueco, porque sus votantes, aunque el viento de las encuestas le sea favorable, no entenderían que por omisión hiciera presidente a Luis Tudanca.

Los sondeos de opinión dan la victoria al PP, pero ninguno le concede la ansiada la mayoría absoluta. El lunes escuché al presidente de GAD 3, Narciso Michavilla, que Alfonso Fernández Mañueco podría conseguir los 41 ansiados procuradores si es capaz de movilizar a los castellanos y leoneses, que ahora mismo están escasamente motivados para acudir a las urnas, según dicen las encuestas.

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