Nosotros, los derrochólicos
La hostelería salmantina avanza a oscuras hacia un futuro incierto. El pasado martes muchos bares, restaurantes y cafeterías apagaron cinco minutos las luces para simbolizar ... su protesta por los altos precios de la energía, que tienen a los hosteleros al borde de la ruina. Al apagón se sumaron los representantes del Ayuntamiento, de la Cámara de Comercio, la Asociación de Empresarios Salmantinos del Comercio y la patronal CES, porque todos son conscientes de que está en juego la supervivencia de un sector clave para la economía local.
El problema no es que hayan cerrado en la capital quince establecimientos en los últimos meses, sino las malas perspectivas para todos ante un invierno que se presenta duro y complicado.
El encarecimiento de la luz y el gas, sumado a lo que han subido también todos los suministros que se ven afectados por el incremento del coste de la gasolina, colocan a los hosteleros en la disyuntiva de subir los precios o trabajar a pérdidas. O bajar la trapa, que es el último y letal recurso.
La electricidad la estábamos pagando los españoles hasta mediados del año pasado a entre 40 y 70 euros el megawatio/hora. Hoy jueves anda por los 150 euros, y subiendo. El MWh de gas estaba hasta julio del año pasado por debajo de los 40 euros y en estos días se sitúa por encima de los ochenta. La gasolina de 95 la pagábamos a 1,09 a principios de 2021 y en estos momentos está por encima de 1,70 el litro.
A los dueños de bares, cafeterías y restaurantes no les salen las cuentas y temen que se vayan a quedar a dos velas. Las que encendieron el martes como símbolo de lo quemados que están.
El Gobierno socialcomunista ha fracasado de manera estrepitosa en su anunciada batalla contra la inflación. Todo lo que ha intentado le ha salido mal e incluso cuando ha tenido alguna idea buena, como fue el caso del decreto de control de precios del transporte por carretera (contra los portes a pérdidas), ha fracasado también por su incapacidad para llevarlo a la práctica.
Hay quien piensa que el encarecimiento de la energía es un problema global y que Pedro Sánchez no tiene la culpa. Pero no es cierto. En el resto de Europa los precios subieron menos y se han moderado antes. Hasta septiembre, el coste de la luz había subido respecto al mismo mes de 2021 el doble en España que en la Eurozona (aquí un 60% frente a un 7% en Francia o un 16% en Alemania). En nuestro país la industria paga la luz al doble que sus competidores franceses. Y los sufridos ciudadanos, lo mismo pero al cubo, porque no tenemos la posibilidad de repercutir la subida a nadie: va directamente a comerse nuestros ahorros, del que los tenga, claro.
No contentos con congelarnos en invierno, el Gobierno sanchista nos insulta. Según la propaganda de la ministra de Transición Ecológica, la inefable Teresa Ribera, la culpa la tenemos los españoles, que somos unos “derrochólicos”, unos desalmados adictos a derrochar energía. Deben de pensar en Moncloa y alrededores que nos encanta tener las luces encendidas por la noche y poner la calefacción a 28 grados para acabar pagando medio sueldo entre la factura de la luz y la del gas.
Esto solo puede pasar con estos ministros desenchufados de la realidad, los que escuchan las conversaciones en el metro o el autobús y oyen a la gente hablar de la renovación del Poder Judicial (no se habla del CGPJ ni de nada: cada uno está mirando su móvil).
Así que, si Pedro Sánchez hubiera aparecido por la Plaza Mayor el pasado martes, seguro que le hubieran puesto las pilas.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión