Normalizar o resucitar
Estamos en plena Pascua de Resurrección, algo que a muchas personas, cada vez más, les sonará a nada o a muy poco. Estamos pues en ... tiempo de resucitar, que buena falta tenemos, dado que no son pocos los que se empeñan en normalizar lo que no es ni medio normal, independientemente de que los criterios de normalidad sean muy amplios. Mucho me temo que no nos libramos ninguno, unos más otros menos, unos antes otros después, todos caemos en la tentación de la normalización indiscriminada. Si somos capaces de normalizar la guerra y todo tipo de violencias. Si normalizamos los abusos a un o una menor, salvo que sea un religioso quien lo haga. Si normalizamos que el hermano de Ximo Puig presente las mismas facturas en tres comunidades distintas, valenciana, catalana y aragonesa. Si consideramos normal bajar veinte céntimos el combustible, y más normal el subidón previo. Si consideramos normal los precios de los recibos de la luz, si consideramos normal convertir mascarillas en yates, relojes o en cualquier otra cosa que se nos pueda ocurrir. Si normalizamos que los refugiados ucranianos en el País Vasco han de aprender euskera. Si normalizamos hacer un protocolo para las mascotas que acompañan a las ucranianas y a sus hijos, pero no nos paramos a pensar en el sufrimiento y el dolor, la angustia y la incertidumbre que arrastran esas personas. O si incluso consideramos normal utilizarlas como moneda política. Si normalizamos las guerras del mundo, dando por hecho que muchos tienen que morir, y convertimos en meros números los cadáveres de tantos seres humanos inocentes que mueren a consecuencia de unos indecentes. Si consideramos normal llamar Semana Grande de Castilla a la Semana Santa y la convertimos en pequeña, por no decir diminuta o en peligro de extinción, al considerar normal enfadarnos bajo el paso que caminamos. Si simplemente nos parece normal convertir en mero espectáculo la salida procesional independientemente de creencias y compromisos de Fe. Si pensamos que es normal desprestigiar al Papa por ser Pastor y no político, incapaces de ir más allá y descubrir la profundidad de dos miradas de perdón y dolor como las compartidas entre las dos mujeres, ucraniana y rusa, durante el Via Crucis. Si consideramos normal todo eso y mucho más, entonces es normal que nos consideremos normales. Con esos criterios de normalidad cabe pensar que ha llegado la hora del final de la humanidad. No queda otra que la rebeldía, algo que echo de menos últimamente. Ya está bien de tanta normalidad fuera de lo normal. Ahora que muchas de las hermandades mueren hasta la próxima Semana Santa, es hora de resucitar. Es el momento de tomar conciencia y asumir responsabilidades en el día a día. Es hora de romper con la mediocridad, la superficialidad y la falsa normalidad. Normalizar o resucitar, de nosotros depende, es cuestión de actitud.
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