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QUE el confinamiento fue una faena (por no decir otra cosa), eso no hay quien lo discuta. Que por mucho de que en esa época todos vomitáramos arcoíris y pensáramos que íbamos a vivir pasado todo esto en el país de la gominola, pues seguramente también. Que la realidad es que hemos salido más débiles, más angustiados y más pobres, desde luego.

Nos hemos llevado un palo muy grande y muy inesperado y, sobre todo, a diferencia de la crisis de 2008, no hemos sido nosotros los únicos culpables. Puedes pensar que el Gobierno ha fallado estrepitosamente con la gestión de la crisis (como es mi caso), pero no podemos pensar que haya tenido algo que ver con la aparición de este virus que nos ha dejado tan mermados.

Bien, hemos llegado hasta aquí y ahora hay que seguir. Y yo, que siempre he pensado que debería existir un medio de comunicación, o simplemente un espacio, que fuera solo de buenas noticias (¿existe ya?), he decidido intentar buscar las partes positivas de la pandemia para nuestra ciudad. Y justo cuando estaba yo metido en esa faena, resulta que leo (en LA GACETA, dónde si no) que este año hemos recibido un 19% más de Erasmus que antes de la pandemia, y que hemos batido el récord de alumnos que la USAL ha enviado fuera. ¿No os parece una buenísima noticia? Lo es.

El motivo creo que puede ser sencillo, después de estar metidos en nuestra casa tanto tiempo, ya no nos vale con llegar a la plaza del barrio, queremos ir más lejos. O al menos eso es lo que les ha sucedido a todos estos extranjeros de 24 países de Europa. Y ya sabemos lo que pasa con Salamanca, que el que prueba repite. Ya lo dijo Cervantes: “Salamanca, que enhechiza la voluntad de volver a ella a todos los que de la apacibilidad de su vivienda han gustado”. Vivimos en gran medida del turismo, todo lo que sea dar la bienvenida a gente de fuera es siempre una alegría.

Pero por otro lado es que nosotros, nuestros jóvenes, nuestro futuro (esperemos) han salido fuera. Y viajar es aprender, es ver otras costumbres, otra manera de hacer las cosas, otras culturas... Y eso enriquece siempre.

Así que podemos decir que gracias a la pandemia hemos conseguido que Salamanca se conozca más en Europa y que los salmantinos sepan más de Europa y eso, no es moco de pavo oiga.

No puedo despedirme sin mandar un cariñoso saludo al cielo a alguien que nos dejó claro lo ricos que están los chorizos parrilleros y, que, aunque nunca supo lo que quería el negro, sí que supo sacarnos una sonrisa durante muchos veranos. Descansa en paz Georgie Dann, mi francés preferido después de Zidane.

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