Ni discursos ni programas
Estamos ya inmersos en nuestro gran año electoral, grande por el número de convocatorias, municipales, autonómicas y generales, y grande, grandísimo, por la importancia de ... resolver, aunque difícil nos lo fían, el “impasse” político y social que vive España desde que fuimos asaltados -y ya ha llovido desde Zapatero- por la izquierda carpetovetónica, demenciada y populista ante la indiferencia de una ciudadana asilvestrada por el fútbol y los saraos rosas.
Pero el pleno electoral que vamos a vivir no parece sin embargo afectar a nuestros políticos, que viven pendientes de sus resentimientos, de sus estómagos agradecidos, de sus enormes limitaciones mentales y morales, de sus palabras huecas, y de su asombrosa falta de energía, fruto de unas vidas, en general, sin dar un palo al agua, sin saber cómo es “la realidad”.
Concretando, estamos a tres meses de las elecciones municipales y autonómicas y en muchos lugares el votante no sabe aún ni quién se presenta, ni quién le representará; y lo más grave: estamos a tres meses de acudir a las urnas y ni una palabra de programas, de propuestas...
Ahora con un tuit lo comentan todo, generalmente de temas intrascendentes, puro postureo, y así creen estar “en contacto” con el elector. Se acabó remangarse y mancharse en el barro de “la realidad”.
Para qué reuniones vecinales o de barrio, para qué mítines, para qué sondear la calle, en definitiva. La política se ha hecho más anónima e impermeable, y la sociedad se ha acostumbrado a esa antidemocrática situación.
Circunscribiendo a Salamanca esa apatía política, observamos como a solo tres meses de unas elecciones tan importantes dada la radicalización del debate impuesta por Moncloa, el discurso brilla por su ausencia, ni en el Gobierno municipal ni en la oposición, perdida en la vagancia más absoluta, pues el PSOE salmantino lleva siglos poniendo la música ambiental al salón de plenos con sus bostezos. Que no se quejen, están donde quieren estar.
Y así, naufragados en un mar de desinterés, nada parece moverse, no hay futuro, no hay proyectos, no hay planes... muy en la línea nacional de trenes y túneles incompatibles...
Salamanca de cara a las elecciones no tiene proyectos -y ni siquiera en marcha- que ofrecer al electorado más allá de los concursos de tapas en Madrid, y todo son castillos de naipes que nunca acaban de cristalizar. Nunca.
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