Milagros de la España vacía
Lunes, 11 de julio 2022, 05:00
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Tiedra es una pequeñísima localidad vallisoletana cercana al límite con Zamora de apenas 300 habitantes que ha logrado un auténtico milagro en la España vacía, despoblada y olvidada. Lo de milagro no es porque haya venido llovido del cielo o por mediación divina, más bien todo lo contrario. Detrás de su éxito se encuentra un arduo trabajo con muchos sinsabores y un importante esfuerzo humano y económico.
Hace unos años un emprendedor de la zona que había viajado a la Provenza francesa vio que la pedregosa tierra de Tiedra era propicia para el cultivo de la lavanda. Poco a poco fue explotando diferentes parcelas y puso en marcha una destilería para transformar los aceites esenciales. Lo que podría parecer un proyecto más de un empresario soñador que ama a su pueblo, se convirtió en un verdadero motor turístico. Cada verano empezaron a acudir más y más personas a fotografiarse con los coloridos campos de lavanda. Muchos de esos visitantes preguntaban si era posible conocer la destilería o si podían recibir más información. Gracias al fundamental apoyo del activo y prolífico del grupo de acción local Zona Centro de Valladolid, levantó un centro de interpretación que explica la importancia de esta planta aromática, su proceso de transformación y además organiza rutas en 4x4 por los campos. Algunos dirán que con recibir a unos cuantos forasteros durante el mes de julio no se soluciona el problema de la despoblación. Sin embargo, la presencia de este ‘oro violeta’ unido al resto de iniciativas turísticas que se desarrollan desde el Ayuntamiento ha propiciado que unos jóvenes apicultores monten en Tiedra su premiado proyecto ligado a la miel de lavanda. Que haya dos restaurantes y varias casas rurales que funcionen a pleno rendimiento. Que las visitas guiadas a su castillo de los Téllez de Meneses se hayan multiplicado. Que un alfarero joven haya continuado con una tradición que estaba a punto de morir con la jubilación del último artesano. Incluso antes del ‘boom’ de la lavanda abrió las puertas un innovador centro astronómico para contemplar los cielos límpidos de las llanuras castellanas. El resultado: se ha asentado población e incluso las escuelas pueden reabrir este próximo curso después de varios años cerradas.
A priori el caso de Tiedra puede parecer excepcional. Una especie de oasis no aplicable a otros muchos territorios del medio rural. Sin embargo, se tiene que ver como un acicate. Como un rayo de esperanza para demostrar que en estas tierras postergadas y arrinconadas hay ideas innovadoras y espíritu de supervivencia. Solo hay que ponérselo fácil a los emprendedores que anhelan quedarse en sus pueblos para hacer realidad sus sueños. No es de recibo que tengan que ser empresarios y grupos de acción local en solitario los que, con su empeño, consigan que se reabra la escuela o se recuperen los transportes.
Siempre digo lo mismo. Primero se construye la carretera para animar a que pasen los coches. Si solo tienes un camino de cabras no llegará ni un alma. Aunque suponga un esfuerzo económico añadido, los servicios tienen que ser la punta de lanza para que proyectos como el de Tiedra puedan hacerse realidad. Buenas conexiones por carretera, frecuencias de autobús, conexión a internet de calidad, educación y sanidad próximas. Servicios, servicios y más servicios. Esa es la única receta contra la despoblación. Y si hay que recortar que se haga en asesores, fundaciones o en la absurda limosna de 200 euros del Gobierno que lo único que hace es seguir aumentando la legión de dependientes del Estado.
Y si la Administración no mueve ficha, no queda más remedio que alzar la voz y salir a la calle. Lo volverán a hacer los vecinos del Abadengo, cansados de que sus centros de salud no cuenten con los profesionales suficientes para atender a su población. Desprovistos de lo mínimo para que cualquier hijo de vecino pueda vivir con tranquilidad y no con el miedo a que, si le sucede algo, le atenderán cuando ya no haya remedio. Esperando un milagro más en la España vacía.
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