Mañueco se queda corto
El presidente de la Junta peca casi siempre de timorato a la hora de valorar la actuación del Gobierno central. Por prudencia o quizás por ... una mal entendida lealtad, Alfonso Fernández Mañueco se suele quedar muy corto cuando califica la gestión de Pedro Sánchez, y su en última entrevista, concedida a una agencia de noticias, peca de esa habitual falta de contundencia y claridad.
Lo que está haciendo el Ejecutivo sanchista con esta Comunidad autónoma en los cuatro años que lleva en el poder es como para echar a la calle a los castellanos y leoneses y organizar una sentada ante las puertas de La Moncloa hasta que nos den lo que es nuestro, porque a esta tierra le están robando el futuro y sus dirigentes no pueden permanecer insensibles ante semejante desastre.
Dice Mañueco que Sánchez no cree en las comunidades autónomas y que por eso ha ninguneado y perjudicado a Castilla y León en sus cuatro años de gobierno. Lo segundo es cierto, pero no lo primero: el presidente de todos los españoles sí cree en las autonomías, pero solo en las gobernadas por su partido o por los grupos de cuyo voto depende su continuidad en los jardines monclovitas. Sánchez cree tanto en las autonomías que está dispuesto a trocear España para cumplir los deseos de sus socios catalanes y vascos.
Lo que está haciendo Sánchez en este último tramo de legislatura va mucho más allá de perjudicar a las regiones gobernadas por el PP. Su proyecto, compartido con golpistas, separatistas y filoterroristas, camina hacia la destrucción de España como nación, al aniquilamiento de la separación de poderes, al control absoluto de las instituciones por el poder ejecutivo y a la inmersión de la sociedad española en un experimento de ingeniería social liberticida.
En ese sentido, Sánchez no es un tipo “incapaz y torpe” como señala Mañueco en esa entrevista. Muy al contrario, se trata de un político hábil y extremadamente ambicioso, un personaje sin conciencia ni escrúpulos acostumbrado a pasar por encima de cualquier barrera ética, legal o constitucional. Torpe e iluso era Rodríguez Zapatero, con quien comenzó la deriva hacia el autoritarismo, pero el actual presidente es peligrosamente listo, un ‘figura’ de mucho cuidado, con una hoja de ruta muy precisa (no improvisa, como sugiere el presidente de la Junta) que lleva de forma indefectible a la entrega de España a sus peores enemigos. Eso sí, Sánchez solo cree en el poder, como bien indica Mañueco, y le da igual si para continuar sentado en la poltrona tiene que favorecer a los violadores, a los corruptos o a los golpistas. Superados todos los límites morales y legales, las injusticias que comete dejando a Castilla y León y a Salamanca en el reparto de sedes de agencias nacionales o limitando sus inversiones a cuatro migajas presupuestarias, no le ponen colorado ni medio minuto.
Esa Conferencia de Presidentes que el titular de la Junta exige para cambiar las políticas discriminatorias del Gobierno no servirá de nada, y mucho menos un nuevo modelo de financiación autonómica, en el que Castilla y León volvería a salir perdiendo. Con Sánchez no se puede ir ni a cobrar una herencia. Y por mucho que Mañueco saque pecho de los datos del PIB regional, el paro o las exportaciones, en una Comunidad que pierde población a chorros cualquier optimismo está fuera de lugar. La Junta carece de un plan para revertir esa situación y desde Madrid ni se lo plantean.
Con Sánchez Castilla y León solo irá a peor. Ya iba mal con Rajoy, que al fin al cabo era ‘neutral’ con esta tierra, y ahora con el socialcomunismo rampante solo cabe esperar a que escampe.
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