Mal de muchos... epidemia
El bloqueo político producido en España tras las elecciones de abril no les ha traído a los líderes de los diferentes partidos sino una muy ... trabajada mala fama: “incapacidad para el diálogo y el acuerdo”, “sectarismo”, “incompetencia”, etc., etc. Más allá de estos méritos también se ha hablado del cesarismo con que se vienen comportando los nuevos líderes y que, a mi juicio, tiene su origen en los apoyos de tipo plebiscitario que ellos han buscado y encontrado. Pablo Iglesias llegó a someter a referéndum de “los inscritos” de Podemos la compra de su chalet familiar, sobre cuya visión —desde el punto de vista moral y político— no influyen para nada los votos a favor o en contra. En el fondo de esta nueva satrapía están las elecciones primarias. Baste para demostrar sus efectos perversos lo ocurrido en el PSOE.
Los “elegidos” en primarias se han convertido —a la vista está— en propietarios, auténticos caciques que disponen de vidas y haciendas. Las últimas primarias, que “volvieron” a Sánchez a Ferraz, han conseguido crear un mandarinato, donde el ganador ha obtenido “legitimidad” para hacer lo que le da la gana... y lo primero que ha hecho es marginar a quienes no le han votado, es decir, a la mitad del partido, despilfarrando así material humano “ sin medida ni clemencia”.
En estas reflexiones andábamos cuando el pasado domingo 8 de octubre la profesora Estrella Montolío, catedrática de la Universidad de Barcelona, en el programa “No es un día cualquiera” de RNE dio cuenta de dos estudios basados en big data sobre el lenguaje político. El primer estudio se refiere a los discursos políticos (dos millones es la muestra) pronunciados durante los últimos doscientos años en el área de habla inglesa y el otro tenía como objeto de análisis la Unión Europea .
Las conclusiones son parecidas y fueron glosadas por la citada catedrática de Lengua: básicamente, ambos estudios concluyen que la complejidad del lenguaje político no ha hecho sino reducirse en favor de una simplicidad que la profesora Montolío no tuvo empacho en calificar de “simpleza”. Bastaría comparar los discursos de Churchill o de Roosevelt con los tweets de Trump para ilustrar estas tristes conclusiones. El estudio muestra, además, la relevancia que en ese deterioro tienen los discursos populistas, por ejemplo los discursos xenófobos europeos, tan simplones y reduccionistas.
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