Borrar

Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

También llamado funámbulo, que es un volatinero, especialmente aquel que trabaja en la cuerda (versión del diccionario de Casares). El equilibrismo del funambulista con el solo apoyo de una barra a la cual se agarra en el vacío es de un mérito más que notable. Pero en política esa forma de caminar pensando casi exclusivamente en el paso siguiente suele traer malas consecuencias, y eso es lo que le ha ocurrido esta última semana al mayor funambulista político que haya existido jamás en la Historia de España. Me refiero, claro está, a Pedro Sánchez, capaz de aliarse con cualquiera para mantenerse una semana más en La Moncloa pero que el jueves 21 de mayo se pasó en la dosis y ha dejado a su Gobierno en la cuerda floja. Y es que cuando uno tiene como único objetivo seguir encima de la cuerda a cualquier precio, lo más probable es que se caiga, a menudo con estrépito, y si uno acostumbra a fiarse de la suerte y la mentira la caída puede ser mortal.

Con la intención de asegurarse en el Parlamento el sí a la continuación durante dos semanas más del estado de alarma, Sánchez volvió a negociar el apoyo de Ciudadanos. Pero como no se fiaba de que estos no dieran una espantada, buscó en secreto otros apoyos, concretamente de EH Bildu, es decir, de la vieja Batasuna que todavía dirige un condenado por terrorismo llamado Arnaldo Otegui. Y esa negociación la puso en manos de su vicepresidente Pablo Iglesias y de la portavoz del PSOE en el Congreso, Adriana Lastra. No se sabe si Lastra leyó o no leyó el texto que firmaba, pero este acuerdo nada tenía que ver con la lucha contra el virus y sí ponía patas arriba el sistema jurídico que rige la vida laboral. El acuerdo exigía la “derogación íntegra” de la reforma laboral que se aprobó tras la crisis de 2008 con Rajoy en La Moncloa.

De una tacada, estos dos genios, Lastra e Iglesias, se cargaron el diálogo social ya iniciado –e imprescindible, añado yo- y pusieron de uñas no sólo a la CEOE sino a todos los presidentes autonómicos del PSOE. Un desastre político sin paliativos, que es posible (¡ojalá!) haga caer de la cuerda al funambulista.

Respecto al fondo del asunto, me sumo a lo que Marcos Peña escribió al día siguiente del desastre:

“Se anuncian días, muchos días, pavorosos. Tenemos que ser capaces de minimizar el daño desde el entendimiento, la razón y la compasión. No lo conseguiremos sin contar con la complicidad decidida y comprometida de los agentes sociales y económicos. Ya decía Pascal que lo primero es comprender, pero ¡Dios mío, cuánto cuesta en España!”

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios