Borrar

Lo que te hacía

Miércoles, 3 de agosto 2022, 05:00

Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Poeta Iglesias. Acabábamos de aparcar y estábamos en ese filo de unos minutos antes de la rueda de prensa municipal de turno que hace dudar de si hay tiempo para tomar ese cafetillo de media mañana que da tanta vida o hay que dejarlo para después. Hacíamos cálculos mi compañero Ramón y yo cuando una música estridente llenó la plaza. Ya saben, altavoz portátil a todo trapo. Su propietario llegó unos segundos después en plan aquí estoy porque he venido. A ojo, menos de 25 años. Entonces, mientras barría con la mirada y perdonaba la vida a todos, la vio. Una chica parada ante el escaparate de la zapatería. Pasó a su lado, cerca, y amagó dos veces. “Es que lo que te hacía”. “Buah, cómo lo íbamos a pasar”.

La chica no movió la mirada del escaparate. Pero si nosotros nos sentimos incómodos, no quiero ni pensar ella. Era mediodía, centro, cientos de personas yendo y viniendo. Ella, quizá concentrada en el reflejo del cristal. Ya se van él y su música. Ya se va.

Imaginemos ahora que fuera de noche. Y que fuera una calle a media luz. Que justo en ese momento no pasara nadie. Que en vez de alejarse moviendo los hombros al ¿compás?, se quedara. «Es que lo que te hacía».

Es el miedo que a veces no somos capaces de ver. Ni de prevenir. Y que, a poco que preguntes, todas las chicas han tenido la desgracia de sentir. Sí, aquí, en Salamanca. Año 2022. “Tú ves venir de noche a un grupo de chicos armando jaleo y piensas ojalá que no me roben; yo pienso: ojalá solo me roben”, me ha repetido muchas veces mi amiga Sofía.

Unos soportales, un parque, una esquina en penumbra. Conforman un mapa del miedo que obliga a apretar el paso, cambiar de acera, mirar para abajo. Un taxi o un bus que se coge con un suspiro y depara una tregua al galope del corazón. Un mensaje al móvil que dice ya he llegado, estoy bien.

Y no hay derecho. Mucha burla ha desatado el célebre lema de sola y borracha, pero será entre quien no es capaz de ir más allá de la pura literalidad. Se trata de entender algo tan sencillo como que en cualquier circunstancia todo el mundo tiene derecho a ir tranquilo por la calle. Y, por supuesto, cualquier mujer, cualquier chica. Sin sentirse perturbada, amenazada. Sin tener que estar en una discoteca pendiente en todo momento de su copa, o la de sus amigas.

Las ciudades han cambiado. Hay menos barreras arquitectónicas, hay más acceso digital y tantas otras mejoras. Y ahora urge aplicar un urbanismo de género. En varias ocasiones lo hemos escuchado en los plenos municipales a los partidos de la oposición. Itinerarios seguros, identificar posibles carencias de alumbrado, protocolos de amparo en la hostelería. Respuesta rápida policial. Y si ya se hace, hay que mejorarlo. Por el escalofrío que da pensar que se pueda cambiar ese lo que te hacía por un lo que te he hecho.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios