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Ayer me hice un “bocata” de chorizo. Por la mañana asistí al doctorado honoris causa por la Universidad Pontificia de dos españolas colosales, Margarita Salas y Adela Cortina. ¡Qué gozada de currículos y sabiduría! La valenciana es, como muchos sabrán, catedrática de Ética. ¿Qué es eso? Ah, ¿pero sigue existiendo la Ética? ¿No nos la hemos cargado entre los hunos y los hotros? Pues sobrevive a duras penas. Es esa disciplina que estudia el bien y el mal, el conjunto de costumbres y normas que valoran el comportamiento humano. Doy por hecho que, cada mañana, la crónica política de los medios sonrojará a doña Adela. Y tras enviar esta Calle del Desengaño al periódico, fui al concierto de la Hermana Glenda en el Casino, monja chilena nacionalizada española, que evangeliza con su guitarra. Pero entre uno y otro evento, ambos gratos, por aquello de opinar sobre la actualidad metí mis pecadoras manos en la artesa del mondongo político y las carnes mortales adobadas. Me pringué hasta los codos y salieron chorizos. ¿Qué otra cosa podía salir? ¡Muchos chorizos! Y como dijo un ocurrente, en expresión afortunada: “No hay pan para tanto chorizo”. Ni en la tahona de Arapiles.

Para ilustrar la descripción de algún colectivo no recomendable, mi buen padre solía decir: “O sea, lo peor de cada casa”. Mira por cuanto, a finales del pasado siglo tituló así una novela Tom Sharpe, autor británico que vivió sus últimos años en Llanfranc, anejo del ampurdanés Palafrugell, posiblemente hechizado por la belleza del lugar y la ironía del magnífico escritor, oriundo, Josep Plá. En “Lo peor de cada casa”, Sharpe relata la vida de Thimoty Brigth, hijo de una acaudalada familia (época de Margaret Thatcher), que no solo no responde a su apellido —brigth, brillante—, sino que es un perfecto idiota. Pero quien de veras puso de actualidad esta antigua expresión fue Alfonso Guerra, criticando a su propio correligionario y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez : “...Ese terrible vacío en todo lo que dice, las ansias de que no le saquen de allí ni con agua hirviendo, aunque para ello tenga que asociarse con lo peor de cada casa...”

Es lógico que los ciudadanos pretendan que quienes van a hacer sus leyes y administrarles, sean “lo mejor de cada casa”. Así era, aproximadamente, en la Transición. O al menos que sea un término medio entre lo mejor y lo peor. Pues no. Lamentablemente nuestra democracia ha sido secuestrada por grupos —por no decir hordas—, de fanáticos nacionalistas, incompetentes, corruptos y enemigos de España, sin los que Sánchez no okuparía Moncloa, y con los que sin duda pactará si gana las elecciones sin alcanzar la mayoría absoluta, que es el pronóstico usual y actual. No hablo de los delincuentes de cuello blanco de la derecha —pongamos que Rato—, que han ido desfilando del cargo oficial a la churra; ni de algunos socialdemócratas, compañeros de los presuntos impecables, que sin embargo asaltaron los presupuestos públicos —recordemos los ERE—, para poder asar vacas con los billetes; ni a los ex altos cargos socialistas como Roldán, o a los ministros y ministras que ruborizarían en el Tercer Mundo —Leire Pajín, Pepiño Blanco, Bibiana Aido...— Trato de los que, sin nombrar, invocó Alfonso Guerra. Es decir, los separatistas vascos —como el “hombre de paz Otegui”—, y catalanes —como el rufián chulángano—, y el ejército semejante al de Pancho Villa, aunque ya mermado, del podemita, macho alfa, caradura y marquesón, Pablo Iglesias.

En el círculo morado de Podemos y todas sus marcas blancas, mareas confluencias, franquicias como Ganemos, asociados, ecolojetas, animalistas y veganos está, por supuesto con excepciones dignas de mejor causa, lo peor de cada casa: aquel Bódalo, ahora en presidio, que pegó a un concejal socialista y sacó a tirones por una ventana a una heladera (embarazada), porque no quería hacer huelga; su jefe, el asalta-fincas e hipermercados en camiseta, Cañamero; el “Alfon”, ya salido de la cárcel, sin su mochila de metralla y explosivos; la candidata a la alcaldía de la ciudad de Santa Teresa, que en su día fue condenada a treinta años por asesinato; la jueza canaria que... Lo preocupante es que cuando sale otra prenda como las reseñadas, y los medios la desenmascaran, ¡la defienden todos a una! Y es que a todos ellos, Fuenteovejuna, les va la vía de hecho, los asaltos y escraches. Les estorban las leyes, las autoridades y los Jueces – ¡qué anticuados y pesados!—, que se empeñan en que observen la Constitución. En mis tiempos se les llamaba “la escoria de la sociedad”. Pues ahí están, a las puertas de Moncloa.

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