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Lilas

Viernes, 11 de febrero 2022, 04:00

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EL suceso que voy a narrar acaeció en los primeros años de la década de los noventa. En un lugar de La Mancha, de cuyo ... nombre sí me acuerdo, pero que omitiré por el momento, el alcalde, de profesión agricultor y con una gran sabiduría y sentido común, tenía un camión para cosas de “andar por casa”, como transportar el trigo o la cebada de la cosechadora a la panera y poco más. El vehículo en cuestión era harto conocido en toda la comarca y coleccionaba multas por diversos conceptos. Un buen día se recibió en el Ayuntamiento una comunicación de la Jefatura provincial de Tráfico de Ciudad Real, en la que se instaba al alcalde a localizar el camión y proceder a su inmovilización y precinto. Ni corto, ni perezoso, el edil contestó al oficio gubernamental de la siguiente guisa: “hechas las investigaciones oportunas por las fuerzas a mi mando, no consta la existencia en este municipio del vehículo matricula (tal) y propiedad de (tal y tal); por este motivo, no se ha podido, ni precintar, ni inmovilizar. Atentamente...” y firmaba el alcalde, a la vez que propietario del vehículo.

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