Liberales, pero solo un poco
Lunes, 4 de julio 2022, 05:00
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De un tiempo a esta parte parece que mola autodenominarse como liberal. Sin ir más lejos casi un 9 por ciento de los votantes de Podemos se define así (deberían replantearse su voto). Es un pensamiento tan amplio y difícil de acotar que puede parecer que todo cabe dentro de él. Está claro que ideas como el concepto de una democracia representativa, la defensa de los derechos humanos, una economía de libre mercado, una armónica convivencia de los sectores público y privado, impuestos más bajos, un menor intervencionismo y, por supuesto, la sagrada propiedad privada, entran dentro de esta corriente. Pero el liberalismo va mucho más allá y está vinculado a una forma de ver la sociedad sin prejuicios y con la mente abierta. Dejando que cada individuo sea dueño de su futuro sin que nadie aplique criterios morales a sus comportamientos, siempre que sean respetuosos con el prójimo. Esta segunda vertiente no menos importante del liberalismo es la que algunos políticos contemporáneos prefieren obviar.
Cualquier liberal que se precie debería respetar la capacidad y el derecho que tiene cualquier persona de amar a quien le dé la gana, de acostarse con quién le plazca y de formar una familia de la manera que crea conveniente sin atenerse a directrices previamente marcadas. Reverenciar ese principio es tan importante como honrar un concepto capital del liberalismo como es la propiedad privada. De lo contrario, el ciudadano o político en cuestión no puede jactarse de algo que no es, o que es a medias o solo un poco.
Esta reflexión viene a colación de lo que hemos vivido estos días con motivo de la semana del Orgullo. Para contentar a un electorado que ya le es absolutamente fiel (entre otras cosas porque no tiene más opciones políticas), algunos cargos públicos de Vox se han dedicado a alimentar una polémica estéril, la de las banderas arcoíris. Su objetivo es intentar dar un paso atrás en algo que está felizmente normalizado. Es por ello que resulta mucho más loable y valiente el gesto que tuvo el presidente de la Diputación de Salamanca, Javier Iglesias, en el último pleno de La Salina. El popular tomó la enseña LGTBI que había colocado en la bancada socialista Carlos Fernández Chanca y la puso en la presidencia para hacer partícipe a toda la corporación de una reivindicación justa que no entiende de ideologías. Y ese es el problema de todo esto. Vincular la orientación sexual de una persona a la izquierda o a la derecha.
Con su actitud, Vox quiere regresar a un error histórico de la derecha que poco a poco había corregido el PP. El de dar la espalda a un colectivo que ha sufrido y sufre una discriminación inaceptable. No está de más recordar que muchas personas han muerto defendiendo su forma de amar. Otras han padecido agresiones, intolerancia, desprecio y la absoluta incomprensión de sus familias. Y todavía a día de hoy se siguen produciendo episodios homófobos. Quién no ha escuchado eso de, “si puedo elegir, prefiero que mi hijo no sea gay”. Históricamente la izquierda ha sido más sensible a esta realidad mientras que algunos sectores del PP prefirieron complacer a su electorado más conservador con decisiones incomprensibles como el recurso de Gallardón a la ley del matrimonio igualitario. La boda de Javier Maroto a la que asistió la plana mayor del partido significó un punto de inflexión para encaminarse hacia una normalización absoluta.
Vox se equivoca de cabo a rabo con declaraciones impresentables como las de Espinosa de los Monteros diciendo que si se pone en el Congreso la bandera LGTBI también habría que colocar “la de los zurdos”. Lejos de aprender del pinchazo andaluz de Olona, precisamente por entrometerse en lo que cada uno hace con su vida y con su cuerpo, ahondan en esa actitud como también ha demostrado García-Gallardo. Si siguen así es mejor que renieguen del concepto de liberalismo porque si algo es este pensamiento es respeto y diversidad. Y eso lo representa a la perfección una enseña arcoíris que siempre homenajeará a los que sufrieron y sufren incomprensión y rechazo por el simple hecho de amar.
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