La suciedad del pasado
Después de la Segunda Guerra se instaló en Italia un sistema político estable que duró hasta la caída del muro de Berlín. Tras el hundimiento ... del comunismo saltó el escándalo (“tangentópolis”): los partidos habían montado una permanente trama corrupta, y el escándalo se llevó por delante a todos los partidos italianos.
En España, a los escándalos por corrupción se unió la crisis y como consecuencia se hundió el bipartidismo y con él la estabilidad política.
Bettino Craxi era el líder del PSI cuando estalló el escándalo, que sólo en Milán llevó al suicidio a cuatro dirigentes de ese partido. Fue entonces cuando Craxi declaró: “No existe un problema de honestidad, sino un problema técnico de financiación de los partidos”.
Nada más falso. Esa argumentación sólo se entiende como un burdo intento de auto-justificación, una columna de humo. Porque, para empezar, nadie se suicida por causa de “un problema técnico”.
¿Por qué es especialmente grave la corrupción política?
— Porque aquellos que tienen la obligación y el privilegio de hacer las leyes, es decir, los partidos políticos, tienen el deber de cumplirlas y de hacerlas cumplir. Si las transgreden, atacan directamente la legitimidad de aquéllas y el crédito de todo el sistema político.
— Porque quien obtiene financiación ilegal arremete tramposamente contra el principio de igualdad de oportunidades respecto al electorado, utilizando, además, dinero sucio.
— Porque la financiación ilegal, al no figurar en la contabilidad oficial del partido, no puede estar sujeta al control social (tribunales de cuentas, Parlamentos, etc.) ni al control democrático interno del propio partido que se beneficia de tal financiamiento.
El dinero ilegal, que no ingresa en la caja A, pública y controlable del partido, ¿a dónde va? Evidentemente a ninguna actividad legal. No paga impuestos y ha de blanquearse. Por lo que se ha sabido, con estas gabelas se constituyen dos montones. Uno engorda el patrimonio de los mangantes que se aprovechan de este nefasto negocio. Coches, chalets y fincas suelen ser los signos externos de esa basura.
El otro montón se dedica a nutrir la caja B del partido correspondiente. Una versión edulcorada sostiene que tal “montoncito” alivia los abultados gastos electorales.
Esta semana ha vuelto a las primeras páginas de los diarios otro escándalo en el ámbito madrileño del PP, pero quiero pensar que estos pecados del pasado no se dan hoy ni se repetirán mañana.
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