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EL PP ha cometido el grave error de preguntar por los beneficios para España de esa serie a cuyo rodaje Pedro Sánchez va a dedicarse en cuerpo y alma durante los próximos meses. Una serie televisiva sobre su propia vida, en la que sin duda serán resaltadas las virtudes fotogénicas, estéticas y de liderazgo de nuestro amado presidente. El grupo parlamentario popular esperaba hallar carnaza en el despliegue dramático del jefe del Ejecutivo, pero ha pinchado en hueso. Desde Moncloa han respondido que la serie gozará de “proyección internacional” y además tendrá un impacto positivo “en la imagen de España en el exterior”, de manera que las muecas, los ojitos y las poses de perfil de Sánchez aumentarán “el poder de atracción a nuestro país”.

No cabe duda de que cuando el mundo entero contemple cómo Su Sanchidad sube y baja del Falcon, enmascarado tras sus gafas de sol, y con qué porte esquiva a la multitud para que no le abucheen, contribuirá a mejorar la imagen de España, que ya no será percibida como un país donde los comunistas forman parte del Gobierno, sino como el paraíso del buen gusto y de la elegancia. Por supuesto, la pobreza energética, el cabreo de agricultores, ganaderos, camioneros, comerciantes, autónomos y otros colectivos desagradecidos, será convenientemente ocultado a los ojos del gran público.

Cualquiera de nosotros es muy consciente de que los capítulos sobre la apasionante vida del presidente convertirán a España en objeto de deseo de los turistas, y que vendrán a miles, qué digo, a millones, para poder pisar por los mismos parajes recorridos a la carrera por Sánchez en busca de refugio en cualquier sede socialista. Tras la emisión del ‘biopic’ colgaremos letreros de ‘completo’ en todos los hoteles y los peregrinos de todas las naciones harán cola a las puertas de La Moncloa para vislumbrar, aunque sea de lejos y a través de los arbustos, la apolínea efigie de nuestro amado presidente.

En contra de lo que puedan opinar los malpensantes, la serie no está diseñada, pensada y concebida a mayor gloria de Pedro, sino que es tan solo un «ejemplo más de la transparencia y rendición de cuentas que inspira el trabajo del presidente del Gobierno y de todo el personal que presta servicio en Presidencia», según reza en la respuesta oficial a la pregunta el PP. Los avezados asesores de Moncloa, más de seiscientos pagados con enorme generosidad, han coincidido en la idoneidad del documental tras sesudos estudios en los que han trabajado durante los tres últimos años.

Nadie puede dudar del afán de transparencia del equipo gubernamental. Sin embargo, ese desmedido interés por abrir las puertas de La Moncloa no es incompatible en absoluto con la decisión de los expertos en imagen sanchistas de hurtar a los españoles cualquier información sobre el coste y la identidad de los acompañantes del presidente en sus frecuentes viajes por todo lo largo y ancho de este mundo. Una cosa es la transparencia y otra cosa es que los ciudadanos sepamos en qué se gasta el presidente nuestro dinero. La Audiencia Nacional, ese nido de fachas, se ha empeñado en dictaminar que los periplos presidenciales no deben ser declarados secreto, como viene haciendo Moncloa desde que Su Sanchidad asentó sus posaderas en el Falcon, pero los jueces no han tenido en cuenta que la mayor prueba de la transparencia de este Gobierno es que no hay nada que ver, ni nada que ocultar, porque nada hace.

Los españoles tendremos que esperar a la proyección en las mejores salas de cine de la serie cuyo título no está confirmado, pero que perfectamente podría ser “El hombre que no estaba allí”, y que competirá en la gran pantalla con Spiderman, Juego de Tronos o la Casa de papel. El PP de Feijóo se caerá del burro en cuanto empiecen a llegar los Oscars.

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