La patria de las masas
No conforme con el día del estreno, regresé al cine para ver de nuevo Mientras dure la guerra. Con todas sus omisiones e imprecisiones ... históricas, probablemente deliberadas, no estamos ante un trabajo atolondrado en mero beneficio de la taquilla. El director no quiso filmar un documental sobre el inicio de nuestra contienda en Salamanca, sino su interpretación de los hechos; pretendió realizar el relato de un fragmento de nuestra historia reciente, personificado en los errores, las dudas e incluso la frustración de Miguel de Unamuno.
Pero no quiero hoy escribir sobre perfiles subjetivos. Si Berlanga resumió la inmensa tragedia de la Guerra Civil en la imagen final de una comedia como La Vaquilla —en la que aparecen unos buitres devorando los despojos del animal, atravesado por dos banderillas—, Amenábar retrata magistralmente el concepto de España, el de los propios españoles, en una escena que tal vez no haya motivado todos los comentarios que merece. Tras la sustitución de la bandera republicana por la roja y gualda, los soldados congregados son espoleados por un histriónico Millán Astray para que entonen la Marcha Real. Quien inicia el cántico a instancia del General lo emprende con la letra que conoce. Acto seguido se suma el resto, cada uno con la suya y casi todos sin ella, como al fin y al cabo fue nuestro himno desde tiempos de Carlos III. Probablemente ninguno supiera a dónde iban o qué pretendía esa Junta de Defensa Nacional a la que servían por el simple azar de estar bajo las órdenes de la sublevación, pero todos participaban de un sentimiento de unidad que servía para apaciguar sus miedos ante lo incierto.
Temor que surge de la crisis y lleva a la desconfianza y al odio; que rompe familias y destruye naciones; que induce al egoísmo y, al mismo tiempo, invita a sumarse a la masa, que disuelve y despersonaliza, pero bajo cuya protección se aspira a obtener amparo. ¿Acaso eran nazis los más de 17.000.000 de votantes que en 1933 entregaron el poder a Hitler en Alemania? Hasta Unamuno se dejó llevar por los cantos de sirena del levantamiento militar de 1936. Lástima que apreciara la realidad de las cosas un poco tarde, pero nos queda su ejemplo. Rectificar es de sabios, y Don Miguel lo era.
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