Borrar

Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

ESCRIBO estas líneas todavía consternado por la muerte de nuestro colaborador Alberto Estella, un hombre íntegro, con una pluma excelsa, un modelo para todos los que nos dedicamos a comentar la actualidad. Pero la actualidad manda y en España hemos vivido este fin de semana un acontecimiento que puede marcar la historia de nuestro país en los próximos años. El congreso del PP que ha elegido a Alberto Núñez Feijóo como presidente debería significar el principio del fin de ese sanchismo que como una losa ha sepultado nuestras esperanzas en los tres últimos años.

La música interpretada por el gallego en el momento de su entronización suena bien. Suena a la recuperación de las esencias de una derecha moderada, centrada, constitucional, europea y alejada del histrionismo y los continuos bandazos a los que Pablo Casado la sometió durante su nefasta presidencia. Si algo cabe reprocharle a Feijóo en su estreno al frente del PP es que haya concedido protagonismo y benevolencia a partes iguales a quienes no se merecían sino el olvido, y no tanto por sus errores, sino por el empeño cainita en destruir a los compañeros de partido. Quienes han sido víctimas de la inquina de Casado y García Egea, comenzando por Isabel Díaz Ayuso y siguiendo por Alfonso Fernández Mañueco, hubieran merecido un gesto de mínima censura a quienes han estado a punto de hundir la nave de la formación. A Mañueco ni siquiera le ha tenido en cuenta a la hora de conformar su equipo cuando ha colocado a Antonio Silván y Pilar del Olmo en su Ejecutiva, dos representantes del viejo herrerismo, sobre todo el primero.

Lo cierto es que el ex presidente de la Xunta gallega aterriza en el PP con una clara voluntad de concordia y eso, al parecer, vale también para los enemigos internos. Feijóo se declara contrario a la polarización de la política y a la agresión verbal y el insulto. Su estrategia sería perfectamente válida si enfrente no tuviera a un Pedro Sánchez que solo negocia y dialoga con sus amigos comunistas, golpistas y proetarras. Con un presidente del Gobierno empeñado en funcionar a golpe de decreto, que ha demostrado no tener el mínimo interés en pactar ninguna de las medidas aplicadas en los tiempos críticos que vivimos y cuyas únicas divisas son las mentiras y la propaganda, no solo no se puede pactar, sino que es imperiosamente necesario marcar distancias y ofrecer una alternativa sólida y creíble ante tanto despropósito.

El nuevo líder del PP tendrá que resistir la presión para someterse a pactos ‘de Estado’ a la que será sometido en los próximos meses por parte de Sánchez y su coro mediático. Cometería un error incomprensible si se deja engañar por los cantos de sirena del pasajero del Falcon. Para poder pactar con el inquilino de La Moncloa tendría que sufrir una conversión radical, al estilo de Pablo cuando cayó del caballo. Se podría negociar y llegar a acuerdos con otro presidente que tuviera un mínimo de decencia y sentido de Estado. Pero ya no sería Sánchez.

Dejando a un lado esas tentaciones, el proyecto de Feijóo llega con buena música, como un líder maduro, con un rumbo claro, alejado de los experimentos preadolescentes de su antecesor. El gallego ha demostrado nada más llegar a la presidencia del PP que no hace falta vituperar al contrario para marcar diferencias con Vox. Con tan solo demostrar su apoyo a una España autonomista, en la que se respeta la diversidad lingüística y la igualdad entre hombres y mujeres, ya dejó clara la distancia con los postulados de Abascal. Si fuera inteligente, y al gallego la inteligencia como el valor se le supone, no rompería los puentes con Vox. Para desalojar a Sánchez de La Moncloa y reconducir a España a la senda de la cordura, el PP tendrá que pactar con los verdes, porque, salvo revolución imprevisible, las mayorías absolutas han pasado a la historia. La música suena bien. Ahora a ver cómo baila.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios