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La filosofía de una crisis

Sábado, 2 de abril 2022, 05:00

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NUNCA tuve pasión por la filosofía, aunque reconozco que me ayudó a aprender a pensar. No recuerdo el curso exacto, pero sí que mi primer contacto con la asignatura fue a base de hacer silogismos con dos premisas. La fórmula era divertida, porque era lo más parecido a una especie de matemáticas de letras y en mi caso, se me daba mejor el alfabeto que los números. Ya en COU estudiábamos la duda metódica de Descartes, las cinco vías de Santo Tomás, el pensamiento de Platón o la crítica de la razón pura de Kant. Nunca fue una disciplina que enamoró a la mayoría, de hecho eran pocos los que la seguían estudiando, después del colegio o el instituto. Pero con el tiempo, casi todos podíamos adjudicarle el mérito de hacernos reflexionar. La filosofía servía para cuestionar conceptos tan aparentemente incontestables como el poder, la democracia o la idea de Dios. Y eso ya es mucho cuando se es joven.

Ahora la filosofía vuelve a ser víctima de una reforma que la relega, otra vez, a un papel secundario en la educación obligatoria. Este no ha sido el primer gobierno, y quizá no sea el último en hacerlo. Al fin y al cabo, los cambios en el sistema educativo, parecen cada vez más dirigidos a edulcorar los suspensos y a evitar los fracasos, sobreprotegiendo al alumno con facilidades de todo tipo.

300 años antes de Cristo, Aristóteles escribió más de 200 obras sobre ciencia, política, retórica o teleología, que estudia las causas finales de las cosas. También desarrolló una valiosa teoría económica basada en la moral, que bien podría servirnos de guía ahora que nos vemos envueltos en otra crisis. El filósofo griego sostiene que la ética debe guiar las relaciones comerciales porque si no, conducen a la decadencia personal y social. Y establece el concepto del precio y el intercambio justos, que solo lo son cuando la ganancia del uno no supone la pérdida del otro. La nueva crisis que estamos viviendo, como casi todas, se basa en lo contrario. Alguien gana mucho mientras la mayoría se empobrece, aunque sea injusto o inmoral. Los precios llevan meses subiendo, aunque Sánchez defienda lo contrario, por la falta de materias primas, el exceso de la demanda tras la pandemia o los altos precios de la energía. Y se han disparado aún más con la invasión. Eso está haciendo mucho más ricos a los productores de gas y petróleo, a los fabricantes de casi todo que son los chinos o a los exportadores de componentes esenciales. Y mientras, los ciudadanos a apretarnos otra vez el cinturón y a conformarnos con ser más pobres, porque los salarios no se van a igualar al coste de la vida. Habrá también un día en el que acabará esta tormenta, en el que se equilibrarán la oferta y la demanda y en el que, sin embargo, los precios seguirán altos, porque ya nos habremos acostumbrado a pagarlos. Todo tan clásico como el pensamiento de Aristóteles. El exceso de ganancia basado en la pérdida del otro. Aunque esto es filosofía y en momentos como el actual, cuanto menos pensemos mejor.

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