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Gracias a un reprochable cepo periodístico, Florentino Pérez Rodríguez, presidente del Real Madrid, ha sido fotografiado en cueros. Nada que ver con sus cuidadas presencias públicas. Todos susurramos en privado cosas que no deben decirse públicamente. Pero tal sarta de ofensas, improperios y ultrajes, a tantas personas, de tal renombre, que han dado tanto prestigio a la casa merengue, evidencian un ánimo denigratorio sin precedentes. Fue un ejercicio propio de un iconoclasta negando el culto a leyendas vivas, del madridismo y del mundo entero. Con la arrogancia de un triunfador en todo, hizo realmente su autorretrato. No reproduciré ninguno de los insultos, por no ensuciar esta columna, y porque sin duda ustedes los conocen. Florentino es el típico soberbio encantado de haberse conocido, que desprecia al prójimo, pero él se considera intocable y ¡ay del que le critique! -aunque sea periodista-, o no se postre a sus pies.

Florentino no nació en Florencia, pero imitó algunas bajezas de los Médici. Desenfundó la daga y la fue clavando inmisericorde, no de frente, en las espaldas de Raúl, Casillas, Cristiano, Mourinho... Francisco Silvela, varias veces ministro y presidente del Consejo (en la regencia de María Cristina y con Alfonso XIII), se ganó el apodo de “la daga florentina”, porque apuñalaba sutil y dialécticamente a sus adversarios políticos, pero en sede parlamentaria, con luz, taquígrafos y réplica. Florentino nos lo recuerda, pero en versión cínica, tabernaria, atizando puñaladas traperas. Su daga alcanzó también a Del Bosque, que es una de las personas más buenas, sencillas y nobles -mucho antes del marquesado-, que uno ha conocido. Al poco tiempo Vicente rompía aquel menosprecio ganando para España el Campeonato del Mundo de fútbol. Por resaltar la diferencia de señorío, menciono una comida-coloquio a su lado, invitado por el Harvard Club de España. Fui testigo de la elegancia -no exenta de socarronería charra-, con que contestó evasivamente, y con una expresiva patadita bajo la mesa, a una comprometida pregunta sobre el presidente del Real Madrid, que ya le había desdeñado injustamente. Su silencio actual es otra muestra de clase.

Hace años que el presidente de ACS persigue inútilmente con su daga a otro ilustre salmantino. La conducta de Florentino Pérez suele ser más propia de un arriero que de un ingeniero.

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