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El parlamento regional, sede de la voluntad popular en Castilla y León, debería concentrarse en buscar soluciones a los muchos y graves problemas que padece esta Comunidad, y también en orientar y controlar la gestión de la Junta. Una tarea de gran calado y responsabilidad que debería pesar como una losa sobre los hombros de los 81 procuradores elegidos para esta XI legislatura en las nueve provincias.

Esa es la teoría, porque en la práctica, a tenor de lo visto y oído en los últimos días, más que palacio de la democracia y del debate, las Cortes semejan un antro tabernario de la más baja estofa.

Dentro del ínfimo nivel de las intervenciones de sus señorías en las sesiones parlamentarias de esta semana descuella, por su carácter arrabalario, la aseveración del portavoz de Unidas Podemos, cuando consideró que PP y Vox han convertido las Cortes en una “cochiquera”. Manera nada sutil de llamar cerdos a los grupos que forman el Gobierno regional y que se atiene de manera fiel a la línea marcada por su líder supremo, Pablo Iglesias, para quien el insulto representa una eficaz forma de hacer política mientras que los escraches serían jarabe democrático para las élites (salvo para él y su señora, por supuesto, que ahí los escraches se consideran inadmisibles atentados a la intimidad).

Ahondando en ese ambiente de pocilga, el procurador socialista por Salamanca, Fernando Pablos, llamó por tres veces “sinvergüenzas” a los parlamentarios del Partido Popular, se negó a retirar los insultos cuando fue amonestado por el presidente de las Cortes y, no contento con eso, reiteró las ofensas en las redes sociales. Toda una aportación intelectual al debate de ideas de este profesor universitario (de Álgebra).

Y todo porque los populares no votaron a favor de una propuesta para dotar de más fondos al Centro de Investigación del Cáncer en Salamanca. Hubiera tenido razón Pablos si no le hubieran fallado las formas, porque el CIC necesita los dineros de la Junta para avanzar en tratamientos de la temible enfermedad. El procurador Pablos podría incluso haber reclamado más inversión del Gobierno de su compadre Pedro Sánchez, tan cicatero con los investigadores desde que llegó al poder y descubrió que le resulta más rentable regalar cientos de millones a jóvenes y no tan jóvenes votantes que destinarlos a la ciencia nacional. Pero claro, eso Pablos, entre tanto sirvengüenza como le rodea, no lo puede ver.

El vicepresidente Juan García-Gallardo estuvo comedido, para lo que suele, y se limitó a recordarles a los del PSOE y UP que conviven y se refocilan gubernamentalmente con los de ETA. Se ve que el número dos de la Junta ya tuvo su cuota de protagonismo cuando invitó a los jóvenes salmantinos a poner en duda que el dióxido de carbono sea malo, como dicen los científicos. Menos mal que la chavalada ya está acostumbrada a sus despropósitos y a ninguno se le ocurrirá aspirar CO2 para tomar nota de los resultados. También puso en cuestión el carácter democrático de la II República, que al menos ofrece dudas.

Mientras tanto, Alfonso Fernández Mañueco y el portavoz socialista Luis Tudanca se limitaron a competir por ver quién era más moderado, aunque al burgalés le salió la vena cuando llamó “señor de las peinetas” al presidente, que sigue sin pedir disculpas. Lo del dedo corazón parece que va a ser cita ineludible en todos los plenos.

Así el hemiciclo de las Cortes se ha convertido en un nido de radicales maleducados que se consideran moderados mientras ven fundamentalismo e intolerancia en los que los bancos de enfrente. Vaya tropa.

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