Jinete del embaucamiento
Jueves, 21 de julio 2022, 05:00
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Jueves, 21 de julio 2022, 05:00
Mis simpatías hacia Pablo Iglesias son oscilantes. Oscilan entre cero y nada. Pero a veces dudo, claro. Y en esas ocasiones... oscilan entre nada y cero. Para desembocar en ese juicio, lo determinante no es su ubicación ideológica, sino su vocación despótica. Hay personas de ... izquierdas y personas de derechas que son perfectamente demócratas. Y hay personas de izquierdas y personas de derechas cuya voluntad política se orienta hacia otros regímenes. Iglesias está entre estos últimos.
Ahora que han vuelto a circular villarejas grabaciones, convendría recordar. Para pensar lo que pienso de Iglesias no me ha hecho falta ningún bulo vertido contra él. Los periodistas que han construido falsedades para su descrédito debieran saber que ese camino tan solo consigue desacreditarles a ellos. Y los periodistas que, sin construir la desinformación, se prestan a propagarla, debieran saber que ser cómplices del engaño no les deja en mejor lugar. Para forjarse una idea de Iglesias no hacían falta instrumentalizadas patrañas: bastaba escucharle. Y aunque serían muchos los episodios en los que Iglesias evidencia, por sí mismo, su auténtica naturaleza; me quedo hoy con una conferencia suya ante las Juventudes Comunistas de Aragón. Al ser su intervención de 2013, previa al surgimiento de Podemos, Iglesias disimulaba menos.
Su charla sigue estando en Youtube. Y su habitual carencia de escrúpulos resulta elocuente: ”¿Propaganda o educar? Propaganda sin lugar a dudas” (min. 47). En esa pulsión propagandística le da igual ocho que ochenta. Su apuesta por tal o cual decisión se explica por el rédito electoral que conlleve, no por la decisión en sí: “Parar un desahucio es un acto de propaganda política, como poner una bomba” (1h15).
Si contribuye a su fin, todo parece servirle. Así justifica que a sus programas televisivos llegara financiación de la teocracia iraní: “A los iraníes les interesa para que se difunda en Latinoamérica y en España un discurso de izquierdas, porque afecta a sus adversarios. ¿Lo aprovechamos o no? Para mí, quien haga política tiene que asumir que la política es cabalgar contradicciones. Nosotros estamos dispuestos a cabalgarlas. En Hispan TV las presentadoras tienen que ir con velo: por supuesto que eso no me gusta. Pero nos corresponde cabalgar esas contradicciones” (min. 50).
Así es Pablo Iglesias, jinete del embaucamiento: “La palabra democracia mola; y por tanto habrá que disputársela al enemigo cuando hagamos política. La palabra dictadura no mola, aunque sea dictadura del proletariado. No mola nada. No hay manera de vender eso” (min. 21). Obsérvese que sus reparos hacia la dictadura no son de contenido. Únicamente considera que el vocablo resulta poco vistoso a la hora de comerciar con él. Por eso recomienda relegarlo a la trastienda, para exhibir en el escaparate otro término con mejor telegenia. Mero cálculo. Nada más. Nada menos.
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