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No me gusta escribir sobre asuntos que se agotan en sí mismos. A veces me releo y en ocasiones tengo la sensación de haber perdido el tiempo –y de habérselo hecho perder a los demás– comentando sucesos coyunturales que, contemplados con la perspectiva del tiempo, resultan intrascendentes. Por ello, pido perdón.

Hace ya semanas, las fuerzas vivas nos ilusionaron con un proyecto faraónico en nuestra milenaria ciudad. Pasó la cabalgata de los jeques magos de oriente acompañados de sus pajes, pero lo que quedó para el recuerdo no fue una escena de Bienvenido, Míster Marshall porque, en la película de Berlanga, los yanquis eran reales. Me viene con más fuerza a la cabeza aquel Miguel Gila que, cuando halló al interfecto, pronunció el célebre “... aquí alguien ha matado a alguien” y llamó al forense, “... que no era médico ni nada, pero tenía un Ford y por eso lo llamábamos forense”. Al ver la noticia, lo primero que hice fue mirar la fecha, no fuera que se tratara de una ocurrencia del 28 de diciembre convertida en clickbait. Pero no, no era una inocentada. Tal vez porque nuestra tierra agoniza, la ilusión todo lo puede y la idea de convertirla en un parque temático nos llenaba de esperanzas.

Luego llegaron las justificaciones. Nos consolamos con la idea de que tanto rico habría dejado mucho dinero en Salamanca en esos días. Pero lo cierto es que por el camino descubrimos una cadena de contratos con muchos ceros, pagados con cargo al bolsillo de todos, casualmente adjudicados a amigos del alma que salen rana e, incluso, un poquito falsarios. Por ello, no me trago ese vodevil de la realpolitik.

No quiero cebarme en las evidencias, porque reincidiría en los pecados que reconocí al comienzo. Las elecciones municipales están a la vuelta de la esquina. No dudo que las urnas de mayo pusieron fecha a la celebración del congreso de marras. Tampoco dudo que hoy condicionan la estrategia de una oposición a la que los acontecimientos le pillaron con el pie cambiado y que ha querido hacerse fuerte al amparo de los medios que miraron bajo la alfombra. Nada nuevo bajo el Sol. Lo que me cuesta aceptar es que, al final, los malos sean quienes han descubierto el fraude, por poner en riesgo la imagen de la ciudad. “Que hablen de ti, aunque sea bien”, dijo Dalí. La gestión pública es algo mucho más serio. Los políticos no solo deben responder de sus faltas, sino de la incapacidad de que otros las cometan.

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