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Ya me han vacunado, pero no me siento mayor, aunque yo fuera uno de aquellos niños que tenía un “Ford Fiesta” blanco, el SA-9813-C, heredado de mi hermana. Con el tiempo, hasta la canción de “Hombres G” se hizo realidad y el destino me devolvió a mi chica... 25 años después. Así son las cosas y así se las deseo contar.

En estos tiempos de mascarillas, confinamientos, malas noticias e incertidumbres; tiempos de recuerdos que se borran como si el virus hubiese levantado un muro de Berlín entre el pasado y el futuro, un futuro que siempre comienza hoy, la vida nos ha cambiado. Hemos dejado por el camino viajes y olas, pero como decía un amigo para animarse cuando las cosas no le salían, “esto no es Hawaii”.

Fui al Multiusos, llegué fuera de mi hora, para variar, y me vi rodeado de gente mucho mayor que yo -eso decimos todos, ¿no?- De repente estaba en la cola con dos gin-tonics en la sangre para recibir al antídoto salvador como se merecía, y encaminándome hacia el polideportivo como si se tratara del hospital de campaña de MASH. Pero Garrido no es Corea, ni la vacuna me la puso “Morritos calientes” (Loretta Swit). Fue mejor: la libertad aplastando al caos, el amor al toque de queda. ¡Santo Dios!, quién nos lo iba a decir, nosotros, hijos del Jaguar E-Type de 1961 o hijos de los Simon & Garfunkel de 1967, viviendo bajo un toque de queda, bajo las bombas de lo desconocido... Casi he llegado en este tiempo a sentir el horror de Londres asediado por la fuerza aérea alemana, o a ver a esos mismos aviadores -que jugaban con mi mamá de niña en Aldehuela de la Bóveda- despegando del aeródromo de San Fernando, junto a Matilla de los Caños.

Pero no: la guerra ahora ha sido un juego de miedos, el racionamiento lo ha marcado un repartidor de “Burger King”, y un salvoconducto de la empresa nuestra carta para cruzar el “Checkpoint Charlie”. La calle: la libertad. La libertad vacía, pero la libertad. Y ahora, de repente, nos dimos cuenta de que la primavera volvió a llegar y las carreteras comarcales se llenaron de flores y de verdes. Así de sencillo y vital, como una canción de “Hombres G”. Una vacuna.

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